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Depp y Heard, un chiste sin gracia

Cada vez que me he asomado al juicio por difamación entre Johnny Depp y Amber Heard sentía que me ensuciaba. Parecía un mal telefilme cuyo guion tropezara con todos los tópicos de la relación tormentosa protagonizada por una extravagante estrella que ha perdido su fulgor y una actriz veinte años menor que él con una carrera que no termina de despegar. Se añade una galopante fama de histérica y mentirosa avivada por las redes. Ante las sesiones, me aturdía sobre todo su manifiesta incapacidad de entender el amor más allá de la ceguera, ese pedir lo que no te pueden dar. Un amor que acaba convirtiéndose en batalla constante, en infértil espera o en huida salvaje. Que emite señales confusas, manipula las emociones del otro y no sabe terminar a tiempo, cuando sus sobras todavía podrían ser bien enterradas.

Por otro lado, ¿por qué ha producido tanta risa esta contienda judicial? Del desmesurado odio entre la pareja –él no llegó a mirarla a la cara, mientras ella, que lo calificó de “viejo sin estilo”, copiaba sus looks– surgieron todo tipo de mofas y memes; e incluso un asistente tuvo que abandonar la sala invadido por un ataque de risa que fue incapaz de controlar. Porque la intimidad había desbordado de la alcoba, arrojada a luz viral con detalles morbosos y escatológicos que nunca hubiéramos querido oír.

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  Steve Helber / AP

Durante siglos, nadie compadeció a Clitemnestra, esposa forzada del rey Agamenón, quien mató a su primer marido, a un hijo de meses y posteriormente sacrificó a su hija común, Ifigenia. Para los antiguos, ella representaba la ambición y la irreverencia ante los dioses. Ha pasado a la historia como el personaje más masculino de la tragedia clásica, una mujer que se siente en paz odiando: “Me tentáis cual si fuera mujer irreflexiva. Y os digo sin temor dentro del pecho, y lo sabéis muy bien: nada me importa el que aprobéis o condenéis mis actos. Este es Agamenón, cadáver ya, mi esposo, muerto a golpes de mi mano. digna obra de un experto artista”. Su resentimiento instauró una modalidad de odio exacerbado entre parejas. Ni respeto ni autocontrol, sino una violencia justiciera que pone fin al vínculo de forma traumática.

Hoy cabría otra perspectiva ética para juzgar a Clitemnestra, y entender que se tomara la justicia por su mano. Así ha ido sucediendo tras el #MeToo, con casos en que, tras la denuncia, se ha cancelado profesional y socialmente a los agresores. Y, ¿por qué a Heard no la han protegido los movimientos feministas? ¿Por qué no denunciaron que a ella se la psiquiatrizara mientras a él le protegía el eximente de sus traumas infantiles y sus múltiples adicciones? Hay una corriente extendida que da por hecho que el feminismo es androfóbico, una perversa lógica que casos como este desmontan. El rebelde chico de moda de Hollywood que enamoró a las blondes Vanessa Paradis y Kate Moss llevaba años paseándose con su botiquín de politoxicómano. Su belleza salvaje se endureció, se agrisó y se hinchó; alcanzó el título de la estrella menos rentable en taquilla. Pero seguía siendo Depp.

Este juicio ha conseguido redimirle porque demostró su solvencia como actor plegándose al eficaz libreto escrito por su abogada, mientras su ex sobreactuaba y perdía. Deberá pagar diez millones que afirma no tener –algunos medios norteamericanos apuntan a que su seguro de vivienda lo cubre­–. Sin embargo, ambos han perdido, nosotros también. El suyo ha resultado un espectáculo deplorable y lesivo para la sociedad. Una triste historia sobre todo aquello que no es amor convertida en chiste universal.

Artículo publicado en La Vanguardia el 4 de junio de 2022.

Publicado en La Vanguardia

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