Milena Smit es un auténtico personaje literario. Se parece a esas mujeres de los cuentos de Lucia Berlín con empleos temporales que le ponen media distancia tanto al amor como al dolor. Trabajó de camarera, dependienta, canguro y auxiliar de información en el metro. En recepcionista de hotel se había convertido cuando la llamaron, gracias a unas fotos en Instagram, para el papel que la metió en el cine con mayúsculas: el de Mila en No matarás. Su director, David Victori, llevaba años imaginando al personaje.
“Me hallaba en una época oscura, igual que el personaje, y gracias a esa película experimenté una fuga de luz, fue un proceso muy catártico en el que todas mis emociones negativas se convirtieron en algo útil”, explica Milena, que también aprovechó cuatro trucos aprendidos en la hostelería “y eso me ha ayudado en las galas, parece una tontería pero es cultura. Y me da hasta gusto recordar algo que puedo utilizar”.
Hija del promotor inmobiliario holandés Robert Smit e Inma Márquez, filóloga que montó una academia de idiomas en Elche, fue una niña diferente: “era rarita, o me lo hacían sentir”.
Escribía –y escribe–, cultivó su imaginación, hizo teatro, y cuando terminó el bachillerato, quiso independizarse. “Yo he sido modelo, en Murcia, estuve tanteando el terreno, pero realmente no puedes hacer una carrera en una ciudad tan pequeña, y nunca fue mi objetivo. Se trataba de una cuestión artística: organizaba mis sesiones de fotos, creando narrativas, y ahí empecé a descubrir que posar puede convertirse en una performance ”.
¿Es el negro su color?
El negro para mí es comodidad, es mi capa protectora, es casa. Ahora me estoy reconciliando con los tonos más claros… O, mejor dicho, con el color, porque antes me provocaba inseguridades, me sentía disfrazada.
Y, ¿sale por fin de la oscuridad?
He pasado muchas etapas en las que a nivel emocional he estado dentro de una burbuja de oscuridad. Fueron momentos muy duros que me dejaron deprimida, con mucha ansiedad. Lo peligroso es que cuando llevas demasiado tiempo mal es que se normaliza, se convierte en una zona de confort, y una acababa por conformarme en el estar mal. Aceptaba que era así como me tenía que sentir. Me han pasado cosas muy duras en mi vida y he sido valiente.
¿Qué le ocurrió?
He decidido no hablar de ello; lo estoy gestionando. Igual algún día lo hago, y, por echar un cable, me decido hablar. Pero todavía, por respeto a mi misma, necesito curarme de muchas cosas… Todo esto no depende de una sensibilidad, sino de un cúmulo de experiencias de vida, el ser sensible no te hace frágil ni débil, sino que te da fortaleza interior, y yo me considero bastante fuerte.
Usted habla abiertamente de las enfermedades mentales, hoy en el punto de mira…
Ya está bien que esto sea un estigma, es algo muy complejo: lo hablaba con mis padres, intentando explicarles como me sentía; cuando es algo físico, vas al médico, te dan algo y te curan. En cambio, si es mental, el estigma social es grande. Las personas que hemos vivido algún problema de salud mental sabemos que es difícil y también muy desagradable, hasta que uno se encuentra mejor. Si ya bastante tenemos con esto, añádele ese estigma.
Después de ‘No matarás’, empezó a formarse: entró en Cristina Rota e hizo un curso con Bernard Hiller.
Sí, es un entrenador de actores (como Leonardo DiCaprio), y aceptó mi solicitud. Aprendí mucho y sigo recurriendo a esa libreta. Me he dado cuenta de que quiero seguir formándome, pero no quiero perder mi esencia. No sé como lo hago, pero lo hago… ¡Dios! Nace de lo más visceral que hay en mí, no necesito racionalizar nada… Me sale un instinto nuevo cuando toco puntos débiles, y es como un ejercicio de reconciliación conmigo misma.
¿Qué es ser una chica Almodóvar?
Más que una etiqueta, de las que huyo, es un honor. Un orgullo. Con él ha nacido una faceta en la que he entendido más esta profesión y me he enamorado de ella. Con él y Penélope ha habido una conexión muy fuerte. Ha sido un viaje muy bonito porque ellos tienen una forma de trabajar en la que utilizan su sensibilidad… y verles era como ver una estrella fugaz, pero transcendente, ves lo brillante que es, lo eterna que es dentro. Y me han dado un lugar en su vida que ha hecho que se me quitaran todos los miedos. No he tenido ni un solo momento de tensión con él. Es exigente, pero ni duro ni desagradable, ni déspota, ni incómodo…
¿Por qué causas se compromete?
Feminismo, violencia de género, abusos sexuales, violencia contra la infancia, homofobia… Soy bisexual, pansexual, pero volvemos a las etiquetas… He tenido relaciones con chicas y con chicos, y se han metido mogollón conmigo: “eres una viciosa porque te gustan las dos cosas”. Que se juzgue a alguien por su condición de género es retrógrado, en mi cabeza no entra. Nunca lo entenderé.
¿Cómo se gestiona un éxito tan fulgurante como el suyo?
Ocurre de la noche a la mañana, y no hay tiempo para gestionarlo. Son tantas emociones que es como si ‘petaras’. Hay días en los que estoy feliz de la vida, pero en otros se me acumula todo: agendas imposibles sin tiempo para descansar… El mejor consejo que me dieron Pedro y Penélope fue: “hay que saber parar, descansar, tomar aire entre un proyecto y otro para recuperarte física y emocionalmente, y sobre todo para tener vida”.
¿Qué olor la define?
Uno es el romero: cuando era pequeña íbamos los findes al pueblo, a Yeste; en las curvas me mareaba mucho, y mi madre paraba el coche y cortaba ramitas de romero. El otro es el olor del mar: siempre he vivido a primera línea de playa.
El equipo
Fotos: Andrés García Luján
Estilismo: Freddy Alonso
Maquillaje y peluquería: Rebeca Trillo PARA GIVENCHY
Asistente de fotografía: Cesco Rodríguez
Dirección creativa: Joana Bonet
Localización: LA Studio (Castelló, 8. Madrid), anticuario del siglo XXI con diseños de autores contemporáneos
Artículo publicado en el Magazine La Vanguardia el 13 de marzo de 2021.
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