Primera norma para toda mujer que llega al vértice de la pirámide política: sepa que a usted nadie la ha invitado a esta fiesta, pero, ya que se ha colado, sea discreta, obediente, orgánica –como una ramita de apio en el caldo–, y sobre todo no baile sola.
Dos: usted será siempre sospechosa si tiene capacidad de liderazgo y la militancia la prefiere a sus jefes: eso no se perdona, por lo que olvídese de primarias y congresos si no quiere sufrir taquicardia.
Tres: sepa que esto no va de izquierdas y derechas, ni de populismo ni puritanismo, sino de carisma, eso que tan bien definía Lola Flores. Se trata del cableado energético, y si el suyo conduce más electricidad que los del resto, antes o después le aguardará un cortocircuito.
Cuatro: no se lo crea nunca. No se envanezca ni escape de la realidad. Tendrá pandillas de aduladores que tocarán la guitarrina nada más verla. La jalearán, le pedirán fotos, ayuda, mascarillas… Pero en la alta política no se pueden hacer favores.
Cinco: anestesie a su familia. Haga como que no la conoce, al menos mientras dure en el cargo. Olvídese de maridos o novios –se dirá que le influyen–, y si tiene algún hermano insistente, regálele un billete de Interrail.
Seis: construya su marca personal sin ocurrencias ni chistes. Hágase la tonta, pero sobre todo no se pase de lista.
Siete: evite insultos y descalificaciones, temple su discurso, no subestime a compañeros cuyo cociente intelectual es un oxímoron. Son los más peligrosos.
Ocho: defienda que hay que escapar del anquilosamiento ideológico, y tienda puentes, porque el fuego amigo la castigará tanto como el de los rivales.
Nueve: “hija política de”, “marioneta de”, “bluf”, “ida”, “loca”… “le queda grande”, “ha perdido el oremus”, “es una corrupta”… Le sacarán los colores. Sea del partido que sea.
Diez: claro que nuestra sociedad está preparada para que la gobiernen mujeres, pero los partidos no.
Artículo publicado en La Vanguardia el 21 de febrero de 2022.
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