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Évelyne Chétrite y el imperio de la elegancia y el ‘savoir faire’ de la mujer

Sandro

Évelyne Chétrite es una de las diseñadoras de moda más desconocidas, a pesar del éxito de su firma, Sandro París, estandarte del chic francés, con permiso de Inès de la Fressange. No le gustan las entrevistas y las evita. Concibió la marca junto a su marido, Didier, en 1984, y a través de ella refleja su personalidad: ante todo discreción y humildad, ni darse demasiada importancia ni quedar eclipsada bajo tendencias imposibles, y, por supuesto, mantener un firme compromiso con la sostenibilidad. 

El éxito llegó pronto en tiendas multimarca de todo el mundo, y no tuvo boutiques propias hasta 2004, cuando decidió abrir una tienda en la rue Vieille du Temple, en el Marais parisino. Hoy cuenta con 700 puntos de venta en 35 países, y el pasado agosto abrió su primera tienda ecorresponsable, en Luxemburgo.

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“Ciertamente, cuando la gente piensa en Sandro, piensa ante todo en París, y eso me hace muy feliz. Yo diría que el estilo de Sandro se puede resumir en tres palabras: chic, cool y parisino”, resume Chétrite. Ella se siente representada por todas las expresiones de Sandro: su côté andrógina, pero también el lado femenino y urbano, los pequeños detalles artesanos y, sobre todo, el trabajo bien hecho. 

Nacida en Marruecos, donde vivió hasta los 15 años, todavía recuerda los caftanes blancos que vestía su madre y las pilas de camisas impecablemente cortadas por las manos de su abuelo en su boutique de Rabat. También evoca sus viajes al sur de España y la luz mediterránea. “De Marruecos me inspiran todavía sus colores y olores, pero también la cultura de lo hecho a mano: allí siguen haciéndose los trajes en casa, y hay muchas más tiendas de tejidos que de ropa”.

En sus dieciocho años de historia Sandro ha acuñado un concepto de lujo accesible y sostenible, a pesar de lo cual su fundadora asegura que todavía hoy le cuesta digerir el éxito. “Nunca me he sentido cómoda con la ambición -dice-, pero ahora voy tomando conciencia de la proyección que tenemos y pienso que aún podemos ser más conocidos. Hacemos las cosas con mucha pasión, amor, dedicación”.

¿Cómo definiría el chic francés?

Más bien tendríamos que hablar de un estilo de vida à la parisienne, una especie de despreocupación chic que hace que las mujeres no se inmuten por los dictados de lo que es apropiado o no para un determinado momento del día. Ellas se sienten bien con lo que llevan, mezclando piezas y pensando en la funcionalidad en lugar de ir demasiado vestidas.

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¿Dónde encuentra la inspiración?

En todas partes. Me inspiro tanto en mi familia como en mi familia profesional, y también en la calle, en los museos, en las galerías de arte…la música es otra de mis fuentes de inspiración. La inspiración es un estado mental, solo requiere mantener los ojos y la mente abiertos. Yo viajo con una pequeña cámara en los ojos, y, con una mirada, fotografío un color, un corte…. y eso puede desencadenar una colección.

¿Cuáles son sus referencias en la moda y el arte?

En moda diría que Alaïa, porque supo cómo lograr que las mujeres se vieran hermosas, Prada, por su creatividad… pero, más allá de nombres, mi infancia en Marruecos me ha inspirado mucho. De Rabat, donde crecí, recuerdo los zocos y la camisería de mi abuelo. Siempre estuve rodeada de color y vitalidad. Toda mi ropa estaba hecha a medida por mi tía, que era modista. Me encantaba cuando trabajábamos juntas para elegir los materiales que utilizaríamos para mis futuros trajes. Son imágenes muy poderosas que me hicieron querer trabajar en la moda.

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¿Qué relación tiene con su hermana, fundadora de Maje, Judith Milgrom?

Estamos muy unidas: nos llamamos varias veces al día. Cuando empecé con Sandro ella trabajó conmigo durante nueve años. Naturalmente, también quería alumbrar sus propias colecciones según su propia visión, y por eso creó Maje en 1998. La competencia es sana, y, además, no trabajamos una contra otra sino que nos alegramos de los éxitos propios y ajenos. Pero ambas marcas tienen su propio ADN…

¿De qué se siente más orgullosa?

Sandro se creó en el marco de una hermosa historia familiar, y ese espíritu ha sido siempre el núcleo de nuestras marcas. Compartir momentos privados y profesionales con mi hermana o mi hijo es algo que aprecio. Creo que cada miembro de Sandro se siente parte de la familia, y eso me hace sentir muy orgullosa. Aparte de eso, lo que más me enorgullece de mi carrera es ver a la gente llevando nuestras creaciones por la calle.

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Su objetivo es que, en 2025, más del 60% de sus prendas sean eco-responsables, y ha abierto su primera eco-boutique en Luxemburgo. ¿Qué sintió al abrir esta nueva tienda?

Trabajamos mucho en el diseño, queríamos que fuera bonito y sostenible al mismo tiempo. Fue todo un reto y conllevó horas y horas de discusión, pero creo que los equipos hicieron un trabajo increíble. Estamos deseando trasladar este concepto a todas las tiendas Sandro del mundo.

¿Qué importancia tiene el taller artesano para Sandro?

Es fundamental. El atelier es el lugar que más siento que me pertenece. Pasó muchísimas horas en él… Nos permite ser muy rápidos, pero también muy creativos, y en él desarrollamos diferentes técnicas artesanales.

¿Por qué eligieron Sandro como nombre de la marca?

Sandro es el nombre que mi marido y yo queríamos ponerle a nuestro primer hijo. Al final se llamó Ilan, y, desde 2008, él también participa desarrollando las colecciones masculinas. Me hace sentir muy orgullosa, ya que ha conseguido aportar otra dimensión a la marca. Además, perpetúa uno de los valores fundamentales de la marca: la familia.

Artículo publicado en Magazine Lifestyle de La Vanguardia el 11 de enero de 2022.

Publicado en Culturas (La Vanguardia)

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