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Como un perro feo

René Robert. / Twitter

Hay perros que nadie quiere adoptar. Son poco agraciados, están enfermos o disimulan su terror resoplando con fiereza, aunque solo ansían unas sobras de cariño. Acaban muriendo en el refugio donde perdieron su primer nombre. Siempre puede ser peor. Recuerdo cómo me nublaron los barracones donde vivían las criaturas huérfanas de Phnom Penh (Camboya). Andaban descalzas, cubiertas de moscas, y te cogían la mano nada más verte entrar. Niños conscientes de que, si nadie se los llevaba a casa, acabarían en las calles, donde sus cuerpos servirían para la trata o la venta de órganos. Una de las mayores me contó que su madre había muerto en una cuneta; nadie la atendió. La mirada de la niña parecía atravesada por una telaraña.

Pensé en ella cuando supe de la muerte del fotógrafo René Robert, asesinado por la indiferencia en una calle de París. Me dirán: “¡Ah, la gente absorta en pantallas, cómo va a advertir que un moribundo agoniza en un soportal!”. Lo confundirían con un clochard , o se dirían: no te metas, saldrás malparado. Avanza de frente. Muévete al ritmo de una urgencia que desprecia la vida.

Ya no hay ojo de la mente, no vivimos humanamente sino que nuestra alma se reseca con todo aquello que nos aleja de sus cimientos naturales y nos entierra, como contaba E.M. Forster en La máquina se para, el relato de una sociedad que no habita ya la superficie, sino que mora en el vientre de una máquina subterránea. Lo recuerda Jeremy Naydler, en su fascinante relato La lucha por el futuro humano.

Nadie se acercó a René Robert cuando tropezó y cayó sobre el asfalto. Había sido un apasionado fotógrafo de flamencos, un hombre delicado. Nadie lo socorrió porque, igual que los perros feos o los niños llenos de moscas, un viejo sobre la acera resulta intolerable. Fue otro sintecho quien dio la alerta tras una noche al raso. La compasión no tiene dueño.

Artículo publicado en La Vanguardia el 31 de enero de 2022.

Publicado en La Vanguardia

2 comentarios

  1. Martín Martín

    Quizás el hecho de que haya sido un fotógrafo consagrado, y luego obviado, ignorado en la calle por ese batido de ensimismamiento, desidia y abulia, haga que hoy los parisinos, y ojalá todo el mundo, reflexionen si es suficiente humanismo dejar dormir a los clochards en el metro.
    Sobre si hay retorno de esta deshumanización.

  2. Inma Canongia Inma Canongia

    Espeluznante!

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