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Sexy DEP

Rebuscaba en la banda sonora de mi vida, y, al darle al play a Rock your baby, sentí un pálpito cuando George McCrae exclama “¡sexy!”. ¡Oh, qué ha sido de esta palabra con la que nuestra juventud guiñaba el ojo!, pensé. La sensualidad americanizada que enseguida compraron los franceses, añadiéndole su toque de je ne sais quoi . Boris Vian y su trompeta. Serge Gainsbourg que cantaba a “ la beauté cachée des laids” (la belleza oculta de los feos). El gesto vicioso de Mick Jagger, el misterio de Sam Shepard, la mirada torva de Sean Penn. La levedad con la que Beckett portaba su bandolera de Gucci. El soul, el funky, Camarón de la Isla. El aire difícil pero sostenido de manera confiada. Todo eso era sexy, y ni las curvas retapizadas ni los morritos de silicona, ni la obviedad o la baba tenían nada que ver con ello. Lo sexy se posaba en la vibración que emana de la actitud.

“Es una pena que, en lugar de resignificar la palabra, se haya cancelado”, me comenta mi colega Leticia García, filósofa y periodista de tendencias. Convenimos que moda sexy se ha convertido en un anacronismo, a pesar de que durante décadas la pasarela se alimentara del adjetivo: desde los escotes halter de Halston hasta las curvas de Versace o Alaia, el tirante del sleep dress de Calvin Klein o las transparencias de Saint Laurent. La intención era eléctrica y produjo excelentes resultados, imágenes icónicas que integran la estética del siglo XX. Sin embargo, el zeitgeist trae otros valores: diversidad, fluidez, sostenibilidad. Y con la corrección del machismo, lo sexy se ha venido abajo. En el 2018 dejó de considerarse un cumplido en Estados Unidos, y muchas enfermeras respiraron aliviadas, ya que eran uno de los colectivos a los que resultaba más desagradable la etiqueta.

Vivimos la gran revolución de la identidad sexual, y la moda juega a ser una aliada para liberar estereotipos en lugar de encorsetarlos. Muchos sienten que por fin se han apropiado de sus cuerpos, y se han emancipado de la erotización de la mirada del otro. Por el contrario, nuestras adolescentes no pueden vivir sin sus tops ni sus faldas cortísimas de estampados provenzales, el ombligo al aire. La seducción adquiere otros brillos, que siguen contoneando la cintura aunque digan trendy o hot, y les dejen lo sexy a sus viejos, que, ya resignificados, podrán murmurarlo en clandestinidad aun sabiendo que la palabra sexy ha dejado de ser sexy.

Artículo publicado en La Vanguardia del 14 de julio de 2021.

Publicado en La Vanguardia

Un comentario

  1. Ari Ari

    Pues me declaro fan del “antiguo” concepto “sexy” y pienso seguir manteniéndolo en mi vocabulario y estilo de vez en cuando (cuando me apetezca ;-))

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