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El mapa del cuerpo

Kate Winslet en la serie “Mare of Easttown” de HBO

Todo cuerpo es un mapa. En él se marcan cordilleras y valles, accidentes rocosos y desiertos sin oasis. Hay que tener cierta pericia para saber interpretarlo. Se nos da bien recorrerlo con los ojos ­cerrados, ensimismados en el runrún del viaje, pero vale la pena abrirlos cuando avanzamos por él: así no resultan tan crueles las fotos. Al trasladarnos de norte a sur, solemos perdernos en la meseta, el centro neurálgico de nuestra geografía, porque alrededor del ombligo se forman sedimentos emancipados del resto. Como si la barriga fuera un territorio independiente que va a lo suyo, entre indiscreción y laxitud. Las mujeres se miran la tripa entre ellas (algunos hombres también, acaso de forma menos obsesiva). Acaban sintiendo fobia de su propia geografía. Y la combaten, pidiendo ayuda para remozar zonas decadentes. Otras dejan de comer. En Memoria de chica (Cabaret Voltaire/Angle), Annie Ernaux relata cómo ejerce sobre su cuerpo una voluntad desdichada: “Vivo del orgullo de una campeona del ayuno”.

El mapa se valora más o menos teniendo en cuenta el peso y los años, aunque se trate de una trampa de geopolítica estética. Los kilos de más se parecen a los puntos rojos que señalan las zonas deprimidas, las que no forman parte de ninguna cumbre G. Por ello los mapas públicos cuidan tanto su figura, y, en España, solo una mujer de 60 años –Ana Blanco– presenta las noticias del mundo. Como si la marca del tiempo estuviera reñida con la credibilidad. El impecable mapa de Blanco es una anomalía y una bendición. Igual que el de Kate Winslet, quien dejó esta frase para la historia: “Chicos, sé cuántas patas de gallo tengo en cada ojo, por favor, volved a ponerlas”. No se conocen demasiados mapas parecidos, capaces de hacerse valer sin necesidad de retoques digitales. En la ya archicomentada serieMare of East­town (HBO), Winslet se desnuda sin esconder su tripa, la de una mujer de 45 años, tras advertirle al director, Craig Zobel, que ni se les ocurriera disimularla.

Los mapas universales femeninos quieren congelarse en la treintena y la talla 38 mientras que la naturaleza no entiende de cánones prefabricados. Incluso Victoria’s Secret ha optado por trabajar con cartografías reales, sin recauchutados. El paso del tiempo es inexorable; atemperamos sus afrentas salvajes igual que pescadores empapados en la tormenta. Pero la mirada es costumbre, por ello se convierte en revolucionaria la verdad de Winslet. Basta con ­levantar las pestañas para evitar esas carreteras secundarias que te extravían al confundir belleza con impostura.

Artículo en La Vanguardia del 30 de junio de 2021.

Publicado en La Vanguardia

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