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El bucle caníbal

Las dos Fridas – Frida Kahlo

Parece que fue otra vida, pero yo estuve en la boda de Rocío Carrasco. Andaba regular aquel día, perdiendo letras e intercambiando toros por coros. Conservaba aún un reparo catalán ante lo que no era moderno, aunque, afortunadamente, empezaba a beber copas de surrealismo de buena cepa.

Llegamos a Castilblanco de los Arroyos mordiendo el polvo del camino mientras sonaban bocinas y cascabeles. Los chales de las señoras se extendían en Yerbabuena igual que un tendido de brillos, flecos y azabaches. Ellos de chaqué, ellas peinadas por Ruphert, que se llevó hasta 40 postizos porque no había podido hacerle pruebas a la novia. Poco me fiaba de la boda de una adolescente engalanada como una virgen, famosa desde que se gestaba en la tripa de su madre. Aquella tarde de su precoz emancipación, cuando en la larga sobremesa tocaron Los Marismeños y Ortega Cano, ebrio de cante, se desató con aquel “estamos tan a gustito”, imaginé lo difícil de ser la hija de Rocío Jurado y habitar el latifundio de la fama.

Su familia ha desfilado por entero y sin tregua por los platós televisivos; el más protagonista, el exmarido: antiguo guardia civil expulsado del cuerpo y reciclado en contertulio de mesa camilla. Especialista en diseccionar vidas ajenas, y también en exhibir la suya, se recreó en el mito de la mala madre, partiendo de un apócrifo que fue moldeando con chulería. Y la maquinaria se puso en marcha: programas de televisión, revistas –más del hígado que del corazón– y audiencia le compraron su cuento y se dispusieron a engordarlo.

Aparte de su contundente testimonio como víctima de malos tratos, Rocío Carrasco ha puesto en tela de juicio estos días a la industria parasitaria que vive a costa de los famosos. Ha denunciado los bulos convertidos en noticia, el constante acoso por parte de unos personajes mal llamados periodistas, revestidos de una autoridad que para nada es de pacotilla, pues son capaces de hundir carreras y vidas. Y demuestra el miserable mercadeo de falsedades trocadas en exclusivas. Que lo haga en una cadena que ha contribuido tanto a ello podría parecer una contradicción: alimentar de nuevo su negocio suculento, permitiendo que vuelva a aflorar la estrategia corruptora de la verdad. Incluso podría entenderse como un harakiri mediático. Pero no, el bucle caníbal es infinito. Y ahí siguen, ad aeternum, sentados en sus butacas de colores, nutriéndose del efecto Carrasco, colmados de share y publicidad, lamiendo sus propias mentira, que los dejan con el culo al aire, aunque nadie sufra ni dimita por ello.

La Vanguardia, 7 de Abril 2021

Publicado en Artículos La Vanguardia

2 comentarios

  1. Inma Canongia Inma Canongia

    No puc estar mes d’ acord !

  2. Moltes gràcies estimada Inma!

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