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Quitanieves

Quería escribir sobre ese sexo sucio que ­inventaron los franceses cuando Versalles apestaba a sudor y letrinas y Luis IV mandó plantar naranjos en un patio para que el azahar abofeteara la sordidez de las bragas cortesanas, apreciadas por su hedor. Pero nieva.

Pensaba revolver los cajones de ese sexo transgresor, el que oficializó a la otra , la amante consentida. Clandestino, prohibido, excitante, no siempre divertido. Ese sexo que deja un muerto en vida porque se practica a costa de alguien (o de algo). Pero las teclas me llevan a otra parte. Al verso de Cavalcanti que Italo Calvino toma como ejemplo de la levedad: “Y blanca nieve que cae sin viento”. La ciudad, doblemente confinada, ha amanecido barnizada de pureza.

Llegué a esta columna con el ánimo rodado en tierra baldía, preguntándome por la aberración de ese sexo apestoso que ha vaciado la infancia de quienes sufrieron abusos de sus progenitores; y estos no siempre eran cualquiera, sino a veces miembros de la élite docta y respetada. Es el caso de Olivier Duhamel. Su hijastra, Camille Kouchner, acaba de publicar La familia grande (Seuil), una historia de destrucción a partir de las violaciones que sufría su hermano gemelo por parte del director de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas, y supervisor de la cantera de cerebros de Sciences Po. La polémica secunda el testi­monio brillante –dudo del adjetivo, pero el acero lo es– de Vanessa Springora en El consen­timiento (Lumen). Y la prensa gala publica que 6,7 millones de franceses confiesan haber sido víctimas de incesto. Confesar. ¿Quién se atreve si antes no ha sido capaz de tirar de un trineo en plena intemperie?

Desde la ventana, tejados blancos y una lluvia de copos menudos y felices como champán helado; no se ven carreteras bloqueadas ni camioneros atrapados por el temporal. La belleza de la nieve esconde los aludes, de la misma forma que la grandeza del sexo entierra su dolor. Por ello celebro la eficacia de las máquinas quitanieves, capaces de levantar las placas de hielo sucio, y también de desafiar el tabú: ese silencio antiguo e infame que ha congelado otras vidas, tan parecidas a la nuestra.

La Vanguardia, 11 de Enero 2021

Publicado en Artículos La Vanguardia

3 comentarios

  1. Y. Martinez Y. Martinez

    Brillante! Joana, como el acero. Qué maravilla de texto.

  2. Pablo Saldaña Pablo Saldaña

    Me quedo con esta frase: «La belleza de la nieve esconde los aludes, de la misma forma que la grandeza del sexo entierra su dolor.»
    Gracias.

  3. Anónimo Anónimo

    Muchas gracias Pablo!

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