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Entrevista a Roberto Verino: DEL MAYO DEL 68 AL `SLOW FASHION´

Apodado como el Armani español, el modisto gallego pertenece por derecho propio un buen capítulo de la historia de la moda

Su última colección promueve la ‘slow fashion’, reivindica los artesanos españoles y rinde homenaje a la arquitectura de Frank Lloyd Wright

Roberto Verino tras su último desfile, en la semana de la moda de Madrid (Alfredo Arias-Horas)

Roberto Verino (Verín, 1945) representa lo opuesto a la pretenciosa vanidad que tanto abunda en el reino de la moda. De extremada sencillez, optimista empedernido, a pesar de ser gallego, y apasionado de la paleta de colores del otoño, escogió como nombre artístico el de su pueblo ourensano. Y hace ya casi cuarenta años que Manuel Roberto Mariño Fernández se convirtió en Roberto Verino Mariño, un reflejo de todo lo heredado: el apellido paterno y el nombre del pueblo en el que sigue viviendo, rodeado de ocho hectáreas de viñedos y a los pies del Castelo de Monterrei.

Verino, un apasionado de la épica del espacio, de joven quería ser arquitecto, pero la necesidad se desbocó y tuvo que empezar a trabajar muy pronto: era el tercero de cinco hijos, todos estudiaban. El padre regentaba un almacén de materiales de calzado –cuero y pieles, suelas, hormas, etc–, que vendía a zapateros artesanos. Y aquellos retales orgánicos que daban lugar a objetos empezaron a alimentar su hambre de creatividad. Acabó proyectando, aunque no en un plano, sino sobre el cuerpo, y pudo rendir periódicamente homenaje a sus maestros, como esta temporada en que bucea en el organicismo de Frank Lloyd Wright. Su hijo José Manuel es arquitecto.

Entrevista a Roberto Verino por Joana Bonet (Madrid, Septiembre 2020)

Con menos de 18 años llegó a París para estudiar Bellas Artes, e hizo su mayo del 68 con pantalones de campana, el pelo mucho más largo y la influencia de los filósofos de la Rive Gauche. “Vivía en una buhardilla: una sola habitación para comer y dormir, con baño comunitario; aquello era lo máximo a lo que podíamos aspirar”, recuerda. Para ganarse la vida, encontró trabajo en una firma de moda, Billy Bonny, donde se encargaba del diseño. “No, no recibí la visita de la musa moda por generación espontánea, sino porque tenía que dejar de ser un carga en casa. Y descubrí el oficio en París”.

No solo la revolución cultural, también la estética, calaron en él: “quien más me impactó fue Yves Saint Laurent, resultó clave para mi vocación, además de Balenciaga, que consiguió llevar la arquitectura a la moda”. Acabó la etapa y regresó a Galicia, donde su familia se involucró en un proyecto de negocio de moda que llegaría a dar trabajo a mil personas. Ha superado varias crisis       -los años 90 fueron difíciles, y luego vino la gran recesión del 2008- y afirma haber salido reforzado de ellas: “uno se tiene que enfrentar a los problemas con energía, definición y rigor. Hay que dar la cara”, dice.

A Verino se le apodó el Armani español. Hoy abandera el modelo see now, buy now, implantado por Tommy Hilfiger en 2016, y que Verino compartió de forma parelela. Y apuesta por una moda racionalista: “Si la propuesta de un diseñador es meramente artística y no transciende a la calle, ni crea industria y negocio, al final no tenemos recursos para invertir, no somos nada”.

Roberto Verino posado con varios modelos  (Alfredo Arias-Horas)

¿Mantiene relación con Adolfo Domínguez?

Nos conocemos y nos respetamos, estamos cerca, pero no tenemos una relación personal. Somos competidores, también con sus hermanos. Ourense es la cuna de la actividad de moda que mas ha sobresalido en España…

¿Y por qué ocupa Orense un lugar tan destacado en la moda española?

Tuvimos que partir de cero, pero cuando se produjo un fuerte cambio generacional, a mitad de los 70, en Catalunya, donde poseían toda la infraestructura del sector, tomamos el relevo. Entonces, los herederos vendieron, se fueron a vivir a islas o se compraron una avioneta… eran segundas y terceras generaciones que no tenían pasión y no quisieron continuar el negocio. Nosotros, en cambio, éramos la primera generación y teníamos la obligación de llevarlo a la práctica hasta el final.

¿Qué importancia tiene para usted Barcelona?

Aún recuerdo aquellas tardes en las que, al salir del taller con el maestro Pertegaz, dábamos caminatas juntos. Nada le hacia más feliz que dedicarse a lo suyo. En Barcelona encontré productores de tejidos de gran calidad. Y siempre me sentí muy atraído por ese sincero sentimiento vuestro de la responsabilidad, el seny. Si los valores no están por encima de lo demás, poco vale la pena…

¿Qué ha aprendido durante la pandemia?

Nos ha dejado claro que no hemos respetado la naturaleza; parece un castigo como consecuencia de nuestra soberbia, del ‘todo vale’. No se puede tener tanta prisa. En las pequeñas cosas están las claves. Cuando tienes la oportunidad de descubrir los colores del otoño en el campo, en las viñas, por ejemplo, te dan una lección de humildad porque te acercas a ellos pero no los igualas.

¿Saldremos de esta?

¡Seguro! Las meigas -haberlas haylas- hacen brotar mucha rúcula en los bordes de mi camino; solo pueden ser ellas, que me dicen que estoy en el camino. ¿Retirarme? En dos años la firma cumplirá 40. Tengo la ambición de seguir haciendo lo que hago lo mejor que pueda, y me he comprometido trabajar hasta los 98 años. Y luego me tomaré un año sabático, porque probablemente no estaré seguro de tener que irme.

Defensor de un armario sostenible

Defensor a capa y espada el trabajo de los artesanos españoles, Verino se lamenta de que en muchos casos sus oficios estén desapareciendo: “hoy son muy difíciles de encontrar. En los sombreros, por ejemplo, la doble faz que se hacia a mano está desapareciendo. Antes, tanto en A Coruña como en Vigo había expertas modistas acostumbradas a hacer este trabajo desde antiguo… Bordadores tenemos aún Camariñas, que es un mundo mágico; y menos mal que nos queda Portugal, donde han defendido más el trabajo artesanal, hay una riqueza de saber hacer que nos da ventajas”.
​El diseñador apuesta por los armarios inteligentes, y emocionales, en los que las prendas están cargadas de significado. Siempre ha ratificado la máxima ‘menos es más’, y se muestra contrario a la práctica del ‘low cost’ de producir tres veces más de lo necesario, despilfarrando recursos.
​“Lo más importante es sorprender, emocionar y seducir, si consigues que todo eso arraigue tienes la fidelidad garantizada. Eso nos ha salvado de las crisis. La moda debería servir para hacer un mundo mejor: genera la autoestima necesaria para enfrentarse a cualquier dificultad. La elegancia es ser uno mismo, vestir es disfrutar la prenda, lo importante eres tú, no la ropa”, afirma.

La Vanguardia Magazine, 4 de Octubre 2020

Publicado en Culturas (La Vanguardia) La Vanguardia

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