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Los artesanos prodigiosos de Chanel

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Si la crisis sanitaria lo permite, el próximo otoño se inaugurará el edificio 19-M, que albergará Métier d´art, un conglomerado de los talleres artesanos adquiridos por Chanel a lo largo de su historia. Karl Lagerfeld era consciente de que uno de sus grandes legados en la Maison consistía en animar a la casa de costura a salvar la artesanía francesa, aquellos pacientes laboratorios de las artes decorativas que, desde el siglo XVIII, embellecían su moda y decoración. En 1946 se contaban 277 plumasiers en París; en 1960 había 49, y en 2002 Lemarié se quedaba solo, poniendo el peligro un patrimonio único, creado por Palmyre Coyette, autora de los sombreros pajareras. Con Lemarié –apodado por Karl el señor de las camelias, pues cada año entrega más de 20.000 de sus icónicas flores a la firma, realizadas una a una, en seda, cuero, organdí o tweed–, Chanel anunció el rescate a los denominados Métiers d´art, que llevaba protegiendo desde los años 80.

Para Lagerfeld eran sus satélites y utilizó este nombre para los primeros desfiles en homenaje al artesanado, que quedaban al margen del calendario oficial de la moda. Una colaboración singular con una veintena de artesanos que le servían las más preciadas exquisiteces para sus colecciones –en especial las de alta costura-, y le dolía que sufrieran ante la pérdida de valor del trabajo hecho a mano.

“Nuestro proyecto surge de una elección cultural, de un deseo de afirmar nuestro apego a estas empresas con las que hemos compartido mucho tiempo los requisitos de calidad, exclusividad e innovación. Esta es una inversión real en creación, que más allá de preservar un patrimonio y un saber hacer únicos, debe ayudar a estas empresas, que permanecen independientes, a desarrollar, ainnovar a generar nuevos talentos que garantices la sostenibilidad de nuestros negocios”, aseguraba el creador en 2011. El desfile se titulaba París-Bombay, y recreaba el preciosismo de los bordados y perleados hindús, pero, a pesar de que hubiera sido mucho menos costosa en India, toda la artesanía se realizó en París. Hoy, la empresa que reúne a los talleres, impulsada por Bruno Pavlosky, director de moda de Chanel, se llama Paraffection. El nombre es una auténtica declaración del principios: “por amor al arte”.

Desde los años 50, Coco Chanel, que primero había sido sombrerera y conocía la pericia del molde y la maceración del objeto, inició un diálogo creativo con los artesanos. Salvaguardar esta herencia transgeneracional y contribuir a su evolución fue un compromiso adquirido desde el primer momento por la Maison Chanel, siempre a la búsqueda de los mejores cueros, sedas, los encajes de Calais, etc, renovado por Pavloski, hoy el único portavoz de la Maison, y su actual diseñadora, Virginie Viard, que en su día fuera primera ayudante de Lagerfeld.

Su balance, tras el impacto de la pérdida del carismático Kaiser tras 36 años al frente de Chanel, ha sido positivo. Ha suavizado las propuesta de la firma, le ha quitado grandeza y, según Pavlovksi, ha aportado no solo su toque, sino una nueva energía a la marca, propiedad de los discretos hermanos Alain y Gerard Wertheimer. Los resultados de 2018 se cerraron con un incremento del 12 % en las ventas, y un volumen de negocio de 9.880 millones de euros. En diciembre del año pasado, bien lejos aún de la actual crisis sanitaria, Chanel celebró su desfile Métiers d’art en el Grand Palais, transformado en los apartamentos privados y el salón de Mademoiselle, en la Rue Cambon 21.

Viard reunía a más de treinta casas de artesanado para rendir homenaje a la Coco más íntima. “Es un lugar muy cálido. Me encanta su enorme sofá de gamuza beige. A Karl también le gustaba rodearse de profundos sofás. Me recuerda al primer de Karl que conocí, donde nos sentábamos en camas de cuatro postes como sofás. Así que quería que esta colección de artesanía girara en torno al apartamento de Gabrielle”, arfirmó la diseñadora. Para la puesta en escena del microcosmos de Chanel contó con la complicidad de Sofia Coppola.

Ahí estaba la escalera art decó, una escalera de caracol forrada de espejos cubistas, de forma que Coco podía ver reflejadas en ellos las reacciones del público durante sus primeros desfiles. Según sus biógrafos no se sentaba hasta la quinta salida, tras días enteros de pruebas y retoques. Su diván y sus biombos orientales, la lacas de Coromandel, la chimenea de mármol, la espiga de trigo firmada por Dalí, las esculturas de leones dorados –su signo del zodíaco- y su monumental biblioteca de libros antiguos reproducían el universo personal de la creadora que transformó y simplificó la silueta de las mujeres.

“Estoy en contra de la moda que no perdura –les decía a las periodistas- .No acepto que se arrinconen los vestidos por el simple hecho de que ha llegado la primavera. A mí me gustan los vestidos, porque, como los libros, puedo sentirlos, tocarlos. A las mujeres les gusta cambiar pero en esto se equivocan. Yo aspiro a la felicidad y la felicidad consiste en no cambiar”, recoge Axel Madsen en su biografía de Coco Chanel.

Sobre la pasarela, mujeres ataviadas de un negro brillante, con bolsillos bordados con uvas, broches en forma de hojas, levitas preciosistas con cinturones-joya y delicadas plumas en colgantes. Entre el público, se contaban a todas las embajadoras de Chanel, desde Penélope Cruz a Lily-Rose Deep, pasando por Kristen Stewart, Caroline de Maigret, Carole Bouquet o la propia Sofia Coppola. El edificio que se convertirá en un taller de talleres se llama 19 por el distrito, que lo acoge, la Porte d´Aubervilliers, en la frontera de París, y además una de las cifras emblemáticas de la supersiticiosa Gabrielle Chanel. Y M por mano, moda, manufactura, maisons…

Se trata del viejo sueño de acoger en un mismo espacio a los artesanos más sublimes –en los que, aparte de Chanel, trabajan para los grandes nombres de la alta costura como exquisitos proveedores-. El edificio, que se presenta como un puente entre la tradición y la innovación, cuenta con 25.500 metros cuadrados diseñados por el arquitecto Rudy Ricciotti para acoger a los seiscientos artesanos que desarrollarán su tarea en un entorno que quiere obtener las certificaciones y etiquetas medioambientales más exigentes.

El 19-M también albergará un ágora de 1.200 metros cuadrados, donde la firma invitará a los artesanos y al público a encontrarse. El 19-M reunirá al bordador Lesage, su Escuela de Bordado de Arte y Lesage Intérieurs, al taller de bordado Montex y su departamento de decoración StudioMTX, al fabricante de botas Massaro, al experto en plumas y flores Lemarié, al sombrerero Maison Michely al plisador Lognon, entre muchos otros. El sociólogo Richard Sennett considera que la artesanía designa un impulso humano duradero y básico, “el deseo de realizar bien una tarea, sin más”. Y ha exaltado sus grandezas, la habilidad y el compromiso, la ética y la práctica, y, sobre todo, la conexión entre cabeza y mano para subrayar su valor, a menudo olvidado. De ahí el valor del proyecto Métiers d´art, que suma historia, virtuosismo y exaltación estética.

imagen: atelier Lesage.

Publicado en Culturas (La Vanguardia)

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