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Contengo multitudes

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La adolescencia regresa a nuestras vidas, y esta vez nada tiene que ver con el descubrimiento del amor, sino con esta vida por vestir que se nos ha quedado entre las manos. Ahora no corremos contra el tiempo, y, así, podemos satisfacer aquel deseo aparcado de abrir cajas de Pandora de las que extraemos auténticos fósiles: viejas fotos con disfraces, cartas de amor que afortunadamente nunca enviamos, hasta un pedacito de cordón umbilical he encontrado. Cápsulas del pasado por descargar, e incluso por descifrar, vuelven a nosotros para recordarnos que la felicidad ocurre a deshora, en instantes inadvertidos.

La agenda está en blanco, acaso alguna cita virtual ahora que todos somos milénicos. No hay lugar adonde acudir que no sea nuestro interior. Días enteros encerrados en un cuarto, con la mirada empachada de plasma y bombillas. Días de flojera en las piernas, ante un proceloso mar de incógnitas que nos hace sentir náufragos. El dios Dylan va compartiendo con cuentagotas canciones que acaban de envenenar nuestra melancolía. Con su cadencia salmódica nos ofrece un tema cuyo título –tomado prestado del poema de Walt Whitman,Canto a mí mismo – no podría ser más descriptivo justo cuando el concepto de multitud queda temporalmente suspendido: I contain multitudes (“Sí, me contradigo. Y ¿qué? / Yo soy inmenso… / y contengo multitudes”). Probablemente los ­teens de hoy no lean Hojas de hierba ni celebren la orgía de aquel vitalista que se declaraba “un hijo de Manhattan, turbulento, carnal, sensual, comedor, bebedor y procreador, ni sentimental, ni superior a hombres y mujeres, ni alejado de ellos, tan modesto como inmodesto”. Somos nosotros, disfrazados de adolescentes, sin horarios y en chándal, quienes queremos aprender a holgazanear a la manera de Whitman, a quien hasta le holgazaneaba el alma. Una ebriedad vital que contrasta con la crisis existencial que nos atrapa.

“¡Creatividad!” exclaman los gurús del coaching; “de esta crisis cada uno debería salir de casa con 100 ideas”, animan. Nos preguntamos dónde estarán esas ideas una vez hemos perdido el control y las hipótesis no pasan aún de borradores. Pero empiezan a cotizar las nuevas propuestas para un nuevo mundo más retraído, más distante e individualizado. Habrá que seguir la receta de Stefan Zweig: inspiración, más trabajo, exaltación, más paciencia, deleite creador más tormento creador. Porque no sólo nos sacudirá la economía, también el vacío existencial si no alentamos la creación y respetamos a los creadores, estimado ministro de Cultura.

Imagen: Andy Goldsworthy, Rowan leaves laid around hole.

Publicado en La Vanguardia

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