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La jet de la capital recupera la noche

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La actualidad sigue oscilando entre el absurdo y lo grotesco, como aseguraba Sándor ­Márai en sus Diarios (1984-1989): “Todo tiene algo de grotesco, incluso en el universo”. Márai culpaba en parte a la convulsión de “hippies espasmódicos” pero también señalaba al cosmos. Algo parecido debe ocurrirle a Pedro Sánchez, a quien, tras la grotesca demostración del seísmo que ha hecho temblar Ferraz, aconsejan desde la prensa económica buscar un coach para analizar por qué acabó pasándose de revoluciones. O de confianza, que viene a ser lo mismo. Política del despropósito y escenificaciones del gran poder en sus sedes. Solo el PP y el PSOE tienen mediatizadas sus calles, la parte por el todo: Génova y Ferraz, la primera bendecida por Colón, la segunda mirando hacia el parque del Oeste.

Más que nunca necesitaba Madrid el glamur de antaño. Qué bien le sentaron los ochenta a la capital, no sólo en los antros de la movida –El Sol o Rockola–, sino en nuestro Central Park particular, la isla verde que la ciudad ha conservado milagrosamente manteniéndola tan bien regada como los clubs de golf de La Moraleja. Por ello, la reapertura del Florida Retiro –que siempre será el Florida Park– ha extasiado a la jet noctámbula y juerguista. Por fin un lugar con santo y seña en el ombligo de la ciudad, y con ecos de Ray Charles, Charles Aznavour, Liza Minnelli o Tina Turner. También de Ava Gardner, Rita Hayworth, Lauren Bacall y aquel Hollywood madrileño de finales de los 50 y primeros 60. Después, el programa de Íñigo fue como una ventana abierta a la nueva farándula pop que nos pirraba, y la archisonada anécdota de Lola Flores parando la actuación y pidiendo ayuda para encontrar su pendiente de oro terminaron de hacerlo mítico. En él tenía mesa fija Antonio Gala; un Miguel Bosé veinteañero debutó ante sus orgullosos padres; y Alaska celebró su realitizado 50.º cumpleaños.

El artífice del reflote es Ramón Matoses, empresario de los que buscan espantar al tedio, casado con una Ibarra y amigo de la élite del buen gusto capitalino: de Pascua Ortega, maestro de interioristas, que ha vestido sus diversos restaurantes con un amplio catálogo que va del terciopelo rojo y los brillos dorados a los ladrillos vistos y las maderas lavadas, y Cayetano Carral y sus hermanas, creadores de los eventos más exquisitos y promotores de la Chattanooga Big Band, que actuará cada jueves, mientras que el fin de semana el grupo Illana trae las cenas-espectáculo. Matoses, responsable de otro revulsivo del ocio madrileño, el alternativo Mercado de Fuen­carral, adquirió en el 2014 la ex­plotación de la antigua Casa del contrabandista –posteriormente balneario de aguas oxigenadas y ­finalmente boîte–. Se dijo que en cuatro meses abrían, pero las obras, al igual sucede con la noche madrileña, se sabe cuando empiezan pero no cuando acabarán. Hace justo una semana la alfombra roja y las azafatas con iPad amenizaron el paseo de magnolios y una primera entrega de famosos asistió a la cena con espectáculo, fumando sin parar en terraza. A la primera persona que vi bailando con auténtico brío fue a la escritora Rosa Montero: “ La carne –título de su última novela– va como un tiro”, me confesó con gran alegría mientras me arrastraba a la pista. Allí estaban Cayetana Guillén-Cuervo, Lolita –cómo no, de rojo–, Montxo Armendáriz, Fernando Colomo, Pepón Nieto, María Esteve o Emiliano Suárez. “Esta será nuestra casa, por fin tendremos dónde estar hasta la seis de la madrugada”, repetían los más canallas.

El rebautizado Florida Retiro nace con vocación de recuperar los clásicos, y el agarrado: “La esencia de las antiguas salas de baile, a muchos jóvenes nunca los han sacado a bailar”, cuenta Cayetano Carral que prepara su puesta de largo para el 20 de octubre, con la Chattanooga y las más brillantes socialités. “Nuestra idea es hacer ciudad”, aseguran sus responsables. En la capital hay tipos que alquilan un Ferrari para una sola noche, a fin de conquistar a una mujer. Fantasmas de alto voltaje que por fin tienen a dónde dirigir sus 483 ca­ballos, aunque este será territorio abonado para románticos de a pie.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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