Sus fotos de los años setenta son magnéticas. Tan californiana, guapa, libre, con su cigarrillo y su escocés, sus faldas largas, su mirada llena de silencios risueños. De joven, burguesa y bohemia, ganó un concurso de ensayo de la revista Vogue tras graduarse en literatura inglesa en Berkeley. Siguió en Life, The New York Times o The New Yorker. Con John formó tándem en los años del Hollywood postestudios. Eran una pareja chic tan envidiada como cómplice. “Nuestros días estaban llenos de la voz del otro. Muchos suponían que debíamos de ser competitivos, que nuestra vida privada debía de ser un campo minado de envidias profesionales… Esto estaba tan lejos de la realidad que sugería ciertas lagunas en la comprensión de lo que es un matrimonio”, escribiría más tarde. Los amigos de la pareja aseguraban que se necesitaban el uno al otro para respirar.
Didion es una gran reportera. Se aproxima a la realidad con alejamiento brechtiano, profundidad analítica y el manejo brillante de la primera persona. Sus artículos sobre la vida en Hollywood, los conflictos familiares, una visita al barrio hippie de San Francisco, las violaciones en el Central Park neoyorquino o la vida en los presidios del país son joyas que borran las fronteras de los géneros. Ha escrito cinco novelas. Pero con el citado El año del pensamiento mágico y Noches azules, dedicado a su hija, coronó su escritura sobre el dolor. Hoy, recién cumplidos los 81 años, es aclamada por la crítica y buscada por las marcas de lujo como Céline. Hace un par de meses, ha aparecido en EE.UU. la primera biografía sobre ella, The last love song, de Tracy Daugherty, demasiado polite, en la cual ella no ha querido participar. Aún así se ha convertido inmediatamente en best seller. “Creo que mi visión de la muerte no cambió tan radicalmente con la pérdida de John y la de Quintana; ahora son muy pocas las cosas negativas que me pueden suceder”. Didion tardó años en tirar los zapatos de su marido por si algún día volvía: se había aferrado al pensamiento mágico para sobrevivir. De nuevo la literatura como salida en tromba. Como fijador. Hasta que consigue atrapar entre páginas la vida que se marchó.
Cámara maestra / Annie Leibovitz
Practica un retrato elocuente que refleja lo simbólico. Quien fuera el gran amor de Susan Sontag, la fotógrafa de las estrellas, autora de la última foto de Lennon, de aquella Demi Moore embarazada en Vanity o de la reina Isabel II sin corona, ha presentado su calendario Pirelli. Sin desnudos ni obviedades: mujeres carismáticas como Serena Williams, la artista iraní Sherin Neshat, Yoko Ono con medias de rejilla a sus 82 años… Lo verdaderamente importante rara vez se ve a simple vista.
En las alturas / Rafael Sánchez Ferlosio
La oportuna recuperación que Debate está haciendo de uno de nuestros más clarividentes y misteriosos escritores, Rafael Sánchez Ferlosio, es un manjar exquisito. Altos estudios eclesiásticos, el primer tomo de sus ensayos, muestra al esmerado estilista además de razonador alérgico a simplificaciones y tópicos manidos. También el erudito que igual trata del término “feminidad” que de la sintética visualidad del haiku japonés. Moderno es poco. Un placer; uno por página.
Tigres-leones / Gerard Piqué
Incluso a Japón le siguen llegando los reproches y tirones de oreja gratuitos: que si no se siente español, que si reírse de sus compañeros del Madrid es antideportivo… Él justifica que todo este fuego lo aviva el morbo, pero no por ello calla. Y los medios deportivos se frotan las manos, claro: en un país tan cainita como España, la gresca y el pique de Piqué son ejercicios aeróbicos. “Como el aire que exigimos trece veces por minuto”, que diría el poeta.
Otra lección de vida, de la fuerza humana para encontrar de lo mas devastador el poder de sobresalir y llegar a lo más alto de nuestras expectativas, una gran historia para motivarse y darnos cuenta que el destino no esta marcado sino idealizado y no es hasta que forjamos nuestra ruta que empezamos a marcarlo como en verdad queremos.