Hubo un tiempo, en los pueblos de la Catalunya profunda, en que los curas recibían la constante visita de algunas parroquianas que iban a planchar los manteles del altar o a cambiar las flores de la capilla. Pero la ociosa represión del vecindario acababa en socarronería que exaltaba las intenciones de las beatas; y más de una hubo que se hizo católica platónica. El celibato siempre fue un hueso difícil de roer, para creyentes y ateos. Una sensación parecida a la que aprisiona al fumador, incapaz de explicarse como hay tanta gente que puede vivir sin fumar. Pero el éxtasis espiritual atraviesa hasta exprimir la verdadera felicidad. Hasta transformar la mística en erótica y exaltar la dicha con el lenguaje del cuerpo, como hacían san Juan y santa Teresa a golpe de versos. Se expone estos días en Florencia una portentosa antología que rinde culto al éxtasis de vírgenes y santos, de la Madonna de Munch a la Crucifixión blanca de Chagall. Se titula Bellezza divina, y abundan las miradas transidas, vacías de cualquier sensación terrenal, que nos trasladan a la expresión de la petite morte: ahí están esos rostros y cuerpos que experimentan el placer no del sexo sino del alma, aunque su estremecimiento confunda.
En Sansepolcro, muy cerca de Asís, converso con el profesor Pier Luigi Rossi, una eminencia que ha revolucionado la alimentación con su nutrición molecular. Rossi imparte clases en la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Comentamos la simpatía que sienten por el Papa tanto feligreses europeos como yanquis o comunistas cubanos, y de cómo podría afectarle la expulsión de Charamsa, después de haber dado tantos pasos para acercar la Iglesia a los que hasta ahora había esquinado. “Existe un cambio de paradigma general que también afecta a la Iglesia. Pero este cambio debe sobrevivir a Francisco. El peligro de los líderes como él es que no haya tiempo para consolidar sus ideas, y más cuando aún hay tanta gente que teme perder poder. O lo que es lo mismo: perder las viejas ideas”, reflexiona Rossi. Porque la Iglesia también ha tenido que salir de su zona de confort –esa expresión socorrida que ilustra a la perfección la necesidad de cambio–. Que la belleza divina inspire sus pasos.
Comentarios