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Un clásico de otoño

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Ya son tres los candidatos del 27-S que no utilizan perfume, que se autoexcluyen del nuevo sensualismo que ofrece la industria olfativa. Ni una nube de almizcle o pachuli será pulverizada frente a su espejo. Ni siquiera una humilde agua de lavanda. Espadaler, al igual que Inés Arrimadas y Lluís Rabell, no se aromatiza. Van por la vida a cuerpo y sin aditivos. Aunque el de Espadaler es un cuerpo asombrado por la capacidad de energía que genera. “Me siento cómodo, con muchas pilas. Aunque, eso sí, soy hombre más de entrevistas cara a cara, reposadas, que de ese guirigay de los debates atropellados”. “¿Pragmático?”, le pregunto. “Sí, más pragmático que idealista: el corazón es importante, pero hacer política es la síntesis de la cabeza”. De niño quería ser veterinario, hasta que le pusieron una ración de vísceras sobre la mesa del aula. Impresionable, pero no impresionado.

Para creer en sí mismo, la mayor obligación en campaña, el candidato debe atender calladamente las encuestas sin creérselas a pesar de la fuerza mental –y visual– de los porcentajes. Admite que cualquier cosa será un éxito. “Ocurre cuando se pasa de la nada a tres diputados: tener presencia en el Parlament, a pesar de que como partido único sólo tengamos dos meses, es nuestro objetivo”.

Tiene a su favor sus conocimientos de Historia, y su pasado como conseller de Medi Ambient y más tarde de Interior. Aquí no hay mitología de piel callosa. Un ejemplo: cuando lloró un par de veces, codo con codo con los Mossos, ante dos bajas: “Son momentos de gran dureza: ver a los compañeros hundidos ante tanta brutalidad”.

Día a día, junto a su esposa Anna, se ocupa de enaltecer el espíritu, de arrancar tiempo para leer, sobre todo a los clásicos traducidos por Carles Riba. En su casa de Vic se escucha a Bach. Su hijo Miquel, de 12 años, es un virtuoso del violonchelo, y María, con 10, toca el violín. Espadaler supura orgullo: “La música ayuda a disciplinarse, a abrir la mente”.

Se ha dejado crecer la fina perilla de otros tiempos y hoy luce una barba cuidada, que afina la redondez de su rostro. Ni asomo de hipsterismo o progresía: canas de cincuentón, gafas de pasta negras, camisas blancas y corbatas la vie en rose. Habla bien, escoge con mimo las palabras; utiliza un tono bajo que reclama atención; modula armónicamente su discurso para no resultar cargante, subraya con las manos, e incluso con suaves movimientos de cabeza. Siempre cabal, a veces críptico. Al salir de los platós llama a su madre: “Es una mujer de una gran fortaleza; sufre con la campaña, me avisa y me dice ‘ten cuidado, te van a apretar por aquí’…”. Cándida es la mejor juez de su hijo a la hora de dirimir si se ha entendido su mensaje.

Las señoras que iban al antiguo Iradier me dicen que Espadaler les parece un hombre triste. “En absoluto”, niega él, y añade: “Lo que no haré es dejar de ser yo”. Afirma que es un tipo normal y que poco jugo le podré sacar. “Soy una persona de convicciones, que sabe respetar las verdades del otro; defendemos la nuestra, consciente de que todo el mundo tiene su parte de verdad. Dialogando y sin romper nada. No somos rupturistas, porque quienes pagan los platos rotos siempre son los débiles”.

Una de las frases más sonoras de su campaña ha sido: “Unió es la CiU del siglo XXI”. Lo afirma con la confianza y el seny del hombre ordenado que escribe a pluma. Acaba de perder una Smart roja a la que tenía cariño: “Una pluma la acabas haciendo tuya”. ¿Y a un viejo partido recién divorciado?

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. Anónimo Anónimo

    bien por los dos!

  2. A mi me intereso este por que habla de que tres candidatos ya no usan un perfume que se auto-excluye del nuevo sensualismo que ofrecen. ni siquiera una humilde agua de lavanda.

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