No hay móvil, ni explicaciones, ni está detrás el Estado Islámico, ni hasta el momento se han encontrado cómplices. Lubitz dejó de responder, blindado por las normas de seguridad que ahora se vuelven en contra al permitir el bloqueo unilateral de la cabina de vuelo, en este caso para mal. No es difícil imaginar la desesperación del piloto experimentado, diez años de vuelo y dos hijos, un hombre afable -dicen sus colegas- “un gran profesional” que de repente se ve despojado de su mando por una simple meada. La ideología de la prosperidad, amparada en el control, no ha podido evitar el escollo de la biología a pesar de sus extremados controles. Algunas compañías americanas tienen activado un protocolo para evitar estos casos: miccionar dentro, vete a saber cómo. “Era un tipo normal” siempre dicen los vecinos de los criminales, ejemplificando la mansa entrega de la buena gente frente a la paranoica alerta -siempre reactiva- de que el enemigo pueda sentarse a tu lado, respirando con normalidad.
Hace unas semanas leía en El País una entrevista de Pablo Guimón a Darian Leader, un prestigioso psicoanalista británico que estudia la locura. Afirmaba: “Cuando la gente hace cosas terribles, a veces resulta que son muy sanos. ¿Qué es alguien sano mentalmente? Hay que eliminar la distinción entre salud y enfermedad mental, y ver a las personas en términos de estructura mental”. Leader asegura que no es lo mismo estar loco que volverse loco. Personalidades ansiosas, obsesivas, fóbicas, narcisistas, depresivas o bipolares han escrito gran parte de la historia de nuestra civilización. El estigma de la locura se ha paseado entre el genio y el electrochoque, entre la euforia y el aislamiento. La locura es morbosa, tan fascinante como temida para el cuerdo, que nunca está del todo seguro de serlo. Pero el nombre del mal se escuda muy a menudo en su desvarío a fin de buscarle una rápida (y satisfactoria) explicación a la tragedia, una simplificación para quedarse tranquilos. No digamos que era un loco, se volvió criminalmente loco.
tan francesa
¿la folie a ses raisons que la raison ne connais pas?