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Teorías conspirativas

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Tuvo que cortarse el pelo para triunfar, aquella melena lacia a la manera de las modelos cuando van a un casting y saben que peinarse demasiado les pone años encima. El estilo casual siempre caracterizó a Robin Wright, paradigma de esas mujeres que han nacido para vivir en un rancho californiano, con su pelo desmayado y algo sucio, su jersey de punto grueso y el mejor de los accesorios: Sean Penn -19 años juntos y dos hijos-. Por ello no ha sido fácil desengancharle el segundo apellido (Wright-Penn) hasta que ha triunfado como Claire Underwood, esposa de Kevin Spacey en House of cards, serie preferida de periodistas, políticos y amantes de las tramas maquiavélicas. Claire es una incansable tejedora de intrigas para la que trepar en las altas cumbres es el pan de cada día. Su encaje con el dudoso pero a la vez implacable Frank destila tal verosimilitud que los estadounidenses lo prefieren al mismísimo Obama. A pesar de esa visión de la política llena de sombras, manejos y extravíos morales, el 57% de los telespectadores de la serie lo cambiarían por el otrora deseado presidente, quien parece que perdió su baraka. En cuanto a Sean Penn, novio de Charlize Theron, ha declarado recientemente: “Nunca me he sentido amado”. ¿Infancia traumática, trama conspiranoide o demasiado sexy para sentirse amado? Robin Wright, en cambio -a quien triunfar le ha costado 30 años-, dice que nunca había tenido tan pocos pelos en la lengua ni tantos orgasmos.

Frank/Kevin tiene algo de Pedro J; un día se lo dije a su mujer, Ágatha Ruiz de la Prada, y me confesó que ella se lo había comentado aquella tarde. Movida por la energía de la coincidencia me animé: “Y tú tienes un algo de Claire/Robin”. “Gracias, ella me encanta”, me respondió. En Madrid se echan de menos las House of cards patrias, con sus conspiraciones y sus entregas por capítulos, que han tumbado a varias cabezas de león. Menos mal que ha reaparecido José Bono para colorear la escena, montando cenas con ZP y los chicos de Podemos. Bono podría interpretar una versión castellana de la serie de Netflix. El exministro anda ahora de gira, revelando secretillos de Estado mientras se ha extendido una mezquina rumorología acerca de su vida privada.

A los tirantes y las camisas a rayas de Hermés les han sucedido los sincorbata, las camisas blancas y barbitas hipster. Transparencia por opacidad, realismo sucio por realismo mágico, utopía frente a austeridad. Lo naif quiere sustituir a lo de siempre, rancio y ajado. Pero siempre habrá marionetistas de Estado. Para que las teorías conspirativas triunfen hay que ser de una pasta especial. Existen personas abiertas de mente y rigurosas, y quienes, por el contrario, se muestran desconfiados y maliciosos. De esos “vicios intelectuales”, como los denomina el profesor Quassim Cassim, depende el éxito de la conspiración. Las leyes de la imitación social, los medios de comunicación y las series de moda que nos sirven conspiraciones a domicilio hacen el resto. Por eso queremos vivir en ellas, pantalla mediante.

Casta y figura / Úrsula Corberó

La lectura semanal de ¡Hola! es un sedante que apacigua la cruda realidad, expulsada de su couché. En cada número hay alguna perla que da fe de la complejidad psicológica del ser humano, así como de aquello que lo conforma. La guapa actriz Úrsula Corberó, nombrada embajadora de la Academia del Perfume, es entrevistada y fotografiada en el lujoso palacio Duarte Pinto Coelho, donde recuerda sus orígenes humildes: sus padres no tenían coche e iban en tren o haciendo autostop a las audiciones. Le preguntan a qué olía su infancia, y fiel a sus orígenes responde: “A campo y a caca de vaca”. ¿Y tu presente? “A laca”, responde. Ya lo decía Mae West: la chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes.

Fotógrafo estrella / Mario Testino

Hace poco que ha alcanzado el millón de seguidores en la red social de fotografías Instagram, donde a menudo deja de lado su costoso equipo para capturar, smartphone en mano, una vista de la tarde cayendo sobre la torre Eiffel o la instalación que más le ha sorprendido en una galería de arte californiana. También da master classes gratuitas a través de la red social, consejos para triunfar en este enredado mundo donde se prefiere fotografiar las experiencias a vivirlas. “Cuando cuelgo una foto tiene que transmitirme algo. Se trata de vivir con los ojos bien abiertos”. Alcanzó la atención de los paparazzi desde que fotografió a Lady Di, y ya ha colonizado varios museos. Mediático, peruano y neoyorquino, divertido y rico.

(La Vanguardia)

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