Droit acaba de publicar en nuestro país Si sólo me quedara una hora de vida (Paidós), y Blackie Books, editorial que difunde una cultura original con respecto a lo sabido y manido sobre el arte de vivir, ha reeditado su best seller 101 experiencias de filosofía cotidiana. Puede que algunas de las paideas que Droit nos presenta parezcan tan triviales como excéntricas, chaladuras para aliviar a las almas estresadas que se circunscriben a un bucle de insatisfacción, victimismo y reproches. Como invitarnos a beber un vaso de agua al orinar, cruzar un bosque en coche, comer un alimento azul o correr por un cementerio a fin de que el desconcierto desconecte nuestro piloto automático y provoque una emoción que pueda servir como desencadenante de un pensamiento.
En estos tiempos nuestros tan sobreeconomizados, lo cotidiano es banal para una gran mayoría, mientras que para otros es lo único que puede pasar a la posteridad. La revista Psychological Science publica una investigación en la que se pidió a 135 estudiantes universitarios que hiciesen sus propias cápsulas del tiempo con la intención de observar aquello que permanecía en ellos. El resultado no fue nada trascendente: conversaciones con amigos, canciones con pellizco, fotos en Facebook… Ellos mismos lo reconocían. Pero, pasados tres meses, se enamoraban un punto y medio más de su recuerdo. El estudio concluye que preservar lo banal puede generar un valor inesperado en el futuro. Porque la felicidad es una recolección de afortunadas chaladuras.
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