George Orwell, Ray Bradbury y otros creadores de inolvidables distopías del pasado siglo describieron, mirando en el espejo de los totalitarismos, un mundo de control absoluto sobre el individuo. Pero subestimaron la economía, creyendo que la política era todopoderosa. Lo que Google y Facebook, con su aura de modernidad y un nuevo estilo de mando, transmiten no es la rancia caoba de los despachos de las tarjetas opacas y sus comilonas en Zalacaín, o sus noches de whiskies en burdeles llamados clubs para cerrar tratos. En su lugar ofrecen salas de meditación y snacks biológicos. Siempre he desconfiado de las empresas-secta donde se instalan futbolines para infantilizar a sus trabajadores bajo la excusa de oxigenarlos, como si allí en lugar de trabajar se fuera a jugar. Aquellas que en sus espacios diáfanos disponen de mesas redondas en lugar de cuadradas poniendo en escena un ambiente workshop-friendly, aunque no hayan logrado eliminar los despachos de siempre donde se fundamentan las mentiras a puerta cerrada. Ahora, en su promoción del talento femenino -así lo llaman-, ofrecen financiar la criovulación para no interrumpir la carrera profesional de una mujer, aunque no especifican las contraindicaciones: que sólo una tercera parte de las inseminaciones a óvulos congelados acaba en embarazo, por ejemplo. Ni se enfrentan al concepto kantiano de la heteronomía de la voluntad: el sometimiento a una voluntad ajena sin discernimiento de la moralidad que la avala.
Aunque lo más estridente es que, con su medida, cuestionan una palabra que nos ha llenado la boca y que el nuevo feminismo no acaba de enfocar con nitidez, ni la sociedad acierta a resolver: conciliación. Hace unas semanas comentábamos las declaraciones de Mónica Oriol sobre la no-contratación en “edad fértil”, término que causa un enorme rechazo por parte de profesionales sanitarios y mujeres. Pues bien, esta iniciativa no es más que la medida que las grandes compañías (las que pueden permitírselo: el tratamiento cuesta entre 2.000 y 4.000 euros) ofrecen a fin de evidenciar una realidad anómala en la sociedad del progreso: que trabajo y embarazo aún forman una desacompasada pareja de baile. Hasta el extremo de que algunos jefes magnánimos están dispuestos a programar los partos de sus empleadas.
Me parece muy interesante lo que comenta acerca de condicionar la contratación de una mujer a su maternidad. En un primer momento me percato de que la situación en España y en México no es tan diferente (al menos, en este aspecto): los salarios son más bajos en algunos trabajos, comparados con aquellos que los hombres pueden obtener.
Aunque en México la situación no se haya extendido a la criovulación (aún, o no que yo sepa), sí se notan los prejuicios que existen en torno al género y su relación con un puesto laboral. Sin embargo, el que condicionen la maternidad a la situación laboral es algo grave y cuestionable. La igualdad, o más bien la equidad que se ha buscado a lo largo de las décadas se ve difuminada en el momento de su praxis.
Personalmente conozco a una mujer que fue despedida de su trabajo por estar embarazada, y reconozco que tanto las mujeres como los hombres padecen este tipo de irregularidades laborales.
En la publicación sobre la “edad fértil” me parece muy relevante rescatar el papel del hombre en la crianza del hijo. Muchas veces se tiene la idea de que un hijo debe permanecer a lado de la madre, y es cierto parcialmente, pero en el caso de los padres de familia solteros o con los acontecimientos recientes: las parejas de orientación homosexual, tendríamos que re-pensar la manera en la que se está reproduciendo esa idea a nivel sociedad.
Rescatando un poco sobre los autores y los libros que más que “utopías” parece que cada vez se acercan más a nuestra “realidad”, pareciera cosa de azar que lo que se dice en una novela coincida con lo que ocurre en la actualidad… Pero yo creo que muchas de esas ideas, plasmadas en los libros, sólo son el reflejo de una sociedad que mantiene vivos estigmas, prejuicios y estereotipos que se transforman pero no desaparecen (y tal vez no lo hagan, si seguimos sin reconocerlos y reflexionar acerca de ellos).