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‘Catalonian mood’

Somos también nuestro estado de ánimo. A merced de la ventisca que golpea los ventanales, la bruma que cae como una panza blanca o el sol refulgente que nos crea la ilusión de ser nosotros quienes brillamos. A merced de las noticias que acortan la esperanza, las llamadas de teléfono inesperadas, una mirada hostil, una palmada en el hombro, un beso. Mood, lo denominan los anglosajones, alérgicos a declarar su predisposición para afrontar las batallas cotidianas sin pudor. De nada sirve nuestra impecable agenda ni la inclinación a la sonrisa si el sueño desmemoriado ha maleado el inconsciente, o si la lluvia fina tamborilea una balada que hacemos nuestra. No sabemos qué nos pasa, decimos, pero andamos con flojera. O todo lo contrario, estamos pletóricos. La productividad, el consumo, incluso la generosidad dependen de con qué pierna nos levantemos de la cama.

El pasado mes de abril, científicos del Georgia Tech, el instituto tecnológico de Atlanta, y de los Yahoo Labs, la división investigadora del gigante de internet, informaron de que un elemento extraño estaba manipulando las reseñas de restaurantes on line. No se trataba de hackers invasores, ni de restauradores haciendo trampas digitales, sino, simplemente, de la influencia del clima. Después de analizar más de un millón de comentarios en webs concluyeron que las reseñas eran significativamente más positivas cuando se habían escrito en un día soleado (de entre 31 y 37 grados centígrados), y que en las críticas aceradas pesaba tanto la cocción excesiva de un pescado como el incesante aguacero que les había mojado los zapatos.

La interesante conclusión de los tecnólogos fue que en la expresión de un deseo nos condiciona más el estado de ánimo que nos exalta, incomoda o reduce, que la razón.

Un día nos comemos el mundo y al otro nos disolvemos en un pozo de quimeras, aunque lo disimulemos. En el formato de la rutina: la oficina, el coche, la tienda, soportamos al cuerpo en lugar de que este nos soporte. Y logramos negarnos y negar el instinto de supervivencia, además de nuestra capacidad para afrontar lo inmediato. La tendencia a la negatividad (y el pesimismo) se encadenan a la espiral descendente de la procrastinación -mejor lo dejo para mañana, nos decimos- autoboicoteando lo que más ansiamos.

La influencia de la felicidad en nuestros intereses y elecciones es un campo fecundo para el marketing y los managements creativos. También para las reivindicaciones. Un sentimiento eufórico, posibilista, enfebrecido, que tanto tiene que ver con el estado de ánimo y su componente emocional -mucho más elevado que en Escocia- recorre estos días las calles de Catalunya. Por ello sus senyeres palpitantes son capaces de manifestarse con paraguas, y de fortalecer la idea del “ahora o nunca”, antes de que lleguen los fríos del invierno.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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