Bien lo sabe Yulia Timoshenko, que de oligarca a reformista, pasando por presidiaria, siempre ha procurado mantener su trenza bien atada. La espiga de trigo que evoca a las campesinas ucranianas o a las maestras de escuela, símbolo nacional y herramienta política con la que de nuevo regresa a la escena internacional. Drama y resolución impregnaron su discurso ante el Partido Popular Europeo: “Actúen porque nos queda poco tiempo. Putin irá tan lejos como le permitan ustedes. Los ucranianos mueren con la bandera europea en sus manos”. La épica tiene orla.
Ante el despliegue de tropas rusas en Crimea, Hillary compara a Putin con Hitler, quien, bajo el pretexto de proteger a los alemanes en territorio checoslovaco o rumano, los anexionó a la Alemania nazi. Sin sutilezas. Pero cuando una mujer como ella se viste de rojo, no le teme a nada.Esther Alcocer Koplowitz: Altos respaldos
El los “días de…” siempre se acaba mirando a las plantas “nobles” de las empresas, ocupadas invariablemente por sillas con un respaldo mucho más alto que el resto. En los consejos de administración sólo 78 pertenecen a mujeres, sobre un total de 392; un 16,6%, bien alejado del 40% que ha marcado Europa para el 2020. Entre ellas, sobresale Esther Alcocer, presidenta de FCC, quien a muchos prejuiciosos sorprende por una inteligencia y una cercanía que llevan la impronta de su madre, Esther Koplowitz, aparte de toda una vida preparándose para ocupar una butaca con respaldo alto. Ella, y otras jóvenes herederas, ambiciosas, con mucha universidad americana, son la cara más visible del lento pero progresivo ascenso de las mujeres al poder.
Fernández de la Vega: Varona de Estado
Como a la princesa de Éboli, Rubio Llorente llamó “varona de Estado” a María Teresa Fernández de la Vega cuando se incorporó al Consejo de Estado, una especie de balneario, hasta su llegada. El miércoles, en la presentación de su Fundación Mujeres por África en CaixaForum, De la Vega ofició de “una de les vostres”. El totus tuus de la política y sociedad catalanas, franqueado por africanas ataviadas con imponentes florituras y algunos bebés, la ovacionaron por su labor. Notas: Barbara Hendricks y Pasqual Maragall se arrancaron a bailar al ritmo de música guineana. Y Trias, Gispert o Lanaspa coincidieron en ensalzar su elegancia y vestuario, demostrando, cómo no, qué diferente es Catalunya de Madrid.
Valerie Treirweiller: Del chófer al metro
Débilmente han vuelto a ser noticia las dos últimas mujeres que han ocupado las estancias del Elíseo. A Valerie Trierweiler se la fotografió en una estación de metro en París. La objetividad maligna escribió: “Del coche oficial al vagón”. Valerie, como una periodista francesa más, acudía al desfile de Dior, y llevaba los labios subidos de rouge, olvidando la sentencia de Wilde de que una mujer con poca ropa y demasiado maquillaje siempre indica desesperación. De Carla Bruni ha trascendido la grabación de una charla con Sarko acerca de los dineros. Se quejaba por no poder firmar campañas como modelo, mientras Nicolas asumía el futuro papel de mantenido. La política no da para trajes de Dior (a un salto en el abecedario de Dios).
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