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Mujeres que corren con lobos

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No sé hasta qué punto puede marcar en la vida de una mujer de mi generación, y “de comarcas”, que, siendo niña, la disfrazaran de María Magdalena en la procesión de Semana Santa o de Raffaela Carrà en los festivales de Escala en hi-fi, e incluso le otorgaran el papel de precariamajorette acompañando sobre patines al equipo infantil de hockey ídem. ¿Por qué teníamos que llevar minifalda y mover una ridícula varita, cuando ellos, equipados como vikingos, se disponían a imponer su victoria con su stick? Y aún así tuvimos suerte de que los maestros nos sacaran adelante sin complejos, y empezamos a explorar ese bosque tan sobrevalorado y fascinante llamado “mundo interior”. Es probable que hoy, si usted es mujer, la feliciten por el suyo. Sin ningún otro mérito que el de su propia condición femenina. Cierto es que no existe un Día Internacional del Hombre Trabajador, pero entonces las estadísticas no serían noticia. Esa es, pues, la percha para hablar de “la mujer”, recordar la persistente desigualdad, la fea discriminación salarial y reivindicar derechos y lideresas. Una encuesta publicada por The Washington Post ha revelado que Hillary Clinton se coloca en el número de uno de la sucesión demócrata para las presidenciales del 2016 sin apenas mover un dedo. Rotunda, y tan severa como expansiva, con un prestigio inmaculado, Clinton aventaja a todos sus potenciales rivales en una proporción de 6 a 1 representando el perfecto símbolo de una búsqueda de la incompleta igualdad de oportunidades, que no puede ser más norteamericana. A pesar de no ostentar cargo público, está considerada “uno de los líderes más influyentes del mundo” –en masculino plural–. Al preguntarle: “¿Está una mujer cualificada para ser presidenta?”, ella respondió: “Es ridículo que lo preguntes”.

Bien lo sabe Yulia Timoshenko, que de oligarca a reformista, pasando por presidiaria, siempre ha procurado mantener su trenza bien atada. La espiga de trigo que evoca a las campesinas ucranianas o a las maestras de escuela, símbolo nacional y herramienta política con la que de nuevo regresa a la escena internacional. Drama y resolución impregnaron su discurso ante el Partido Popular Europeo: “Actúen porque nos queda poco tiempo. Putin irá tan lejos como le permitan ustedes. Los ucranianos mueren con la bandera europea en sus manos”. La épica tiene orla.

Ante el despliegue de tropas rusas en Crimea, Hillary compara a Putin con Hitler, quien, bajo el pretexto de proteger a los alemanes en territorio checoslovaco o rumano, los anexionó a la Alemania nazi. Sin sutilezas. Pero cuando una mujer como ella se viste de rojo, no le teme a nada.Esther Alcocer Koplowitz: Altos respaldos

El los “días de…” siempre se acaba mirando a las plantas “nobles” de las empresas, ocupadas invariablemente por sillas con un respaldo mucho más alto que el resto. En los consejos de administración sólo 78 pertenecen a mujeres, sobre un total de 392; un 16,6%, bien alejado del 40% que ha marcado Europa para el 2020. Entre ellas, sobresale Esther Alcocer, presidenta de FCC, quien a muchos prejuiciosos sorprende por una inteligencia y una cercanía que llevan la impronta de su madre, Esther Koplowitz, aparte de toda una vida preparándose para ocupar una butaca con respaldo alto. Ella, y otras jóvenes herederas, ambiciosas, con mucha universidad americana, son la cara más visible del lento pero progresivo ascenso de las mujeres al poder.

Fernández de la Vega: Varona de Estado

Como a la princesa de Éboli, Rubio Llorente llamó “varona de Estado” a María Teresa Fernández de la Vega cuando se incorporó al Consejo de Estado, una especie de balneario, hasta su llegada. El miércoles, en la presentación de su Fundación Mujeres por África en CaixaForum, De la Vega ofició de “una de les vostres”. El totus tuus de la política y sociedad catalanas, franqueado por africanas ataviadas con imponentes florituras y algunos bebés, la ovacionaron por su labor. Notas: Barbara Hendricks y Pasqual Maragall se arrancaron a bailar al ritmo de música guineana. Y Trias, Gispert o Lanaspa coincidieron en ensalzar su elegancia y vestuario, demostrando, cómo no, qué diferente es Catalunya de Madrid.

Valerie Treirweiller: Del chófer al metro

Débilmente han vuelto a ser noticia las dos últimas mujeres que han ocupado las estancias del Elíseo. A Valerie Trierweiler se la fotografió en una estación de metro en París. La objetividad maligna escribió: “Del coche oficial al vagón”. Valerie, como una periodista francesa más, acudía al desfile de Dior, y llevaba los labios subidos de rouge, olvidando la sentencia de Wilde de que una mujer con poca ropa y demasiado maquillaje siempre indica desesperación. De Carla Bruni ha trascendido la grabación de una charla con Sarko acerca de los dineros. Se quejaba por no poder firmar campañas como modelo, mientras Nicolas asumía el futuro papel de mantenido. La política no da para trajes de Dior (a un salto en el abecedario de Dios).

(La Vanguardia)

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