La premura por afirmarse a fuerza de conductas temerarias parece medir la personalidad y a la vez el coraje del joven capaz de estrenarse con impostada naturalidad en las cosas de los mayores. Qué fatal expresión: “cosas de los mayores”. Determina una línea sellada, fronteriza, incluso tendenciosa como si quisiera dividir el mundo entre lo trascendente y lo intrascendente. Cruzar esa línea no depende tanto de las presuntas agallas del joven para transgredir, sino de la voracidad por luchar contra molinos de viento invisibles, aunque rabiosamente reales para aquellos que han empezado a edificar sueños y a escribir versos. Y que neutralizan los miedos a fin de glorificar el sexo.
Ahora, el Gobierno ha decidido establecer los 16 años como la edad mínima para que un adulto mantenga relaciones con un menor. Y la del matrimonio. Es una grata noticia. En letra pequeña -según informaba Celeste López en La Vanguardia- asoma la cifra de 38 niños menores de 16 años que se casaron en el primer semestre del 2012. Una cifra minúscula, agazapada entre las macrocifras mediáticas, pero que atiende a la anomia de un sistema -desde el progreso- que pone en riesgo a quienes deberían paladear el único tramo de felicidad consentida en la vida del ser humano: la infancia.
El cambio de legislación parece urgente, y más teniendo en cuenta que España y el Vaticano -curiosa advertencia- son los estados más laxos en la edad de consentimiento sexual entre un adulto y un menor. Pero debería acompañarse, con la misma urgencia, de un plan de educación sexual en las escuelas. Y no me refiero a esas charlas medio impostadas, algo triviales, a modo de cinefórum. Sino a un ambicioso trasvase de conocimiento que, junto a la responsabilidad de las familias, pueda compensar el efecto que a diario supone que en el ordenador de un menor entren anuncios porno o vídeos eróticos. A la banalización del sexo que, sin moralinas, puede ser tremendamente comprometida a los catorce años, e incluso llegar a rasgar una biografía. Habrá que esperar a ver qué dice la Lomce.
Para mi ha habido dos JOanas. La que conocí hace años asociada a la prensa femenina, tan suave, y esta que me encuentro ahora en la prensa diaria. Ya me impresionó el editorial-despedida de Marie Claire, y vuelve a hacerlo este artículo de hoy. El otro día, con la reproducción del artículo del NYT sobre la ironía ya me dejó perpleja, y agradecida. Creo que todos hemos salido ganando con esa despedida de M.C.
Totalmente de acuerdo. Las medidas, cuando son sensatas y salen al paso de situaciones indeseables que a la mayoría perjudican, deben ser bien recibidas por la ciudadanía y apoyadas cabalmente. Otra cosa es que los enemigos de todo estén aguardando la menor oportunidad para confundir a la población utilizando su retórico discurso en defensa de la acosada democracia. El vómito sobre la derechona y la iglesia (abanderados del mal) surge desde lo más profundo como un impulso incontenible.
Es verdaderamente lamentable que la cordura no supere las divergencias y no seamos capaces de preservar el bien común por encima de banderías. Cualquier idea, proyecto, alternativa, planteamiento están sometidos constantemente a ese filtro canalla que todo lo politiza. Y constatarlo desespera y abruma.
Hay todavía en España muy mal entendimiento de la democracia y no poca enfermedad dispuesta a contagiar veneno.
me podrias hacer un pequeño resumen de esta columna y decirme donde está la tesis, gracias!!!!!!!!!!