La palabra cáncer es paralizadora. Un aire denso lo invade todo cuando la vida se escora hacia la ficción, o eso crees. Cuando a tu alrededor sucede y señala a quienes más quieres, se impone una sensación de irrealidad. También la premura de aferrarse a la vida al entrar en un tiempo congelado que no se corresponde con el cronológico, el tiempo de la enfermedad y con él la sensación de sentirse morir un día y resucitar al otro, de renovar esperanzas a plazos, de sentir el punzón del peligro pero también el aliento de ver amanecer.
Por ello es reseñable el acto de Jolie al manifestar públicamente que se ha amputado en un tiempo donde se sigue exaltando la perfección y la construcción ficticia de la feminidad. Hablo con el doctor Miguel Hernández-Bronchoud -treinta años de experiencia en la lucha contra el cáncer, y pionero en estudiar la psicología de percepción del riesgo: el real y el subjetivo-. “En España -con un índice de curación del 80% de cáncer de mama- sólo un 10% de las mujeres eligen una mastectomía profiláctica. Los resultados cosméticos son variables y un importante porcentaje de mujeres no quedan demasiados contentas”.
Hay algo de excepcional en la decisión de Jolie al manifestar que se ha amputado ante el riesgo a padecerlo, como su madre, en una época en que el dictado cultural que impera en las narraciones del cuerpo femenino está más vivo que nunca. Ahí es donde su lógica estremece: el erotismo de alfombra roja, de generosos escotes, se sustituye por la determinación de dos prótesis. Y en el mensaje discretamente anida el dolor de tantas mujeres que han tenido que luchar contra sí mismas, que han sentido el temblor existencial pero también la pérdida de lo que entendían que las hacía más mujeres, desde el cabello hasta el pecho. Que han conseguido hacer reversible la fatalidad, incluso que han transformado ese trémulo tempo de la enfermedad en un tramo vital que las ha hecho más sabias y más mujeres.
Hay algo que no me encaja en esta historia de prevención demoledoramente sensata que al mismo tiempo resulta un tanto histérica. Uno ya es escéptico ante todo y la credulidad y la incredulidad las reparte por mitades iguales para que al cabo del tiempo la noticia que ahora apabulla y abruma no se descubra finalmente como una burla escandalosa que escondía suculentos réditos.
O dicho de otro modo, una mujer adinerada pero anónima que se pudiera permitir el lujo de consultar a diferentes cirujanos, oncólogos y psicólogos tal vez no hubiera tomado la misma decisión que la buena de Angelina. Pero Angelina es la Jolie, y esa es ya otra cuestión que admite todo tipo de especulaciones.