Acabo de leer a Julian Baggini en el Financial Times, y asegura que él también ha sido presa de este sentimiento: “Como muchos, sufro de una leve forma de síndrome del impostor: la sensación persistente o recurrente de que algún día seré expuesto como un fraude incompetente. Digo ‘sufrir’, pero en realidad creo que cierto tipo de temor a la impostura es completamente sano y apropiado”. La teoría de Baggini es balsámica, porque amparándose en el principio aristotélico de que gracias a la habituación acabas consiguiendo tu propósito, sostiene que esta clase de inseguridad es más positiva que, al contrario, partir de la sobrevaloración de uno mismo. En definitiva, quien actúa como un valiente lo acaba siendo. Cierto es que para alcanzar un reto se requiere una dosis de talento, otra de dedicación, una porción de suerte y otra de descaro. Y es este último el que produce palpitaciones y mal acomodo en la costumbre. De ahí la sensación de impostura.
Hoy escuchamos repetidamente las palabras “oportunidad”, “transformación”, “desafío”… Pero ahí siguen los mismos de siempre, los que sin ninguna voluntad de disrupción -nueva palabra de moda-, lejos de plantearse abandonar su zona de confort hacen todo lo contrario: taponan el relevo y la regeneración. No les sudan las manos ni vacilan al tomar decisiones veleidosas o personalísimas, que sostienen con aparente firmeza. Me refiero a esa gente segura y con enorme poder de convicción que nos pilota en política, finanzas o empresas con rumbos inamovibles y que se resiste a permanecer, acaso porque nunca han sufrido el síndrome del impostor.
(La Vanguardia)
Si ya te lo decía yo, estos pesados acaban yéndose solitos, sin necesidad de empujón….
Resulta que el eco es antipático. Y la mala educación una película de Almodóvar.
Suerte, mucha suerte………………..Brandy, mucho brandy.
Qué clarificador, Joana. Pero el mundo es de los osados…aunque a veces nos tiemblen las rodillas (una valiente con más complejos e inseguridades, que certezas y triunfos)
Quería haberme despedido con claridad. Por si no supe hacerlo ya lo estoy haciendo en este instante.
De paso digo que no entiendo que quien escriba lo haga al aire. Y si es tan snob y prefiere las estrellas del cielo al lodazal de aquí abajo, mejor es que no publique un blog de silencios y fantasmas, pues el que lo edita busca en él lectores y opiniones.
Tal vez, amiga escribidora, este Martin lleve en el mundo de la literatura bastantes más años que tú.
Tal vez, con toda la razón, resulte muy apropiado llamar a estos espacios El Boomeran que se aleja y regresa, describiendo una absurda trayectoria.