Es tiempo para filósofos. De Ratzinger y su profunda decisión tomada en nombre de la verdad y los roles que la representan, a John Gray, aquel que sostenía en Perros de paja que “la vida espiritual no es una búsqueda de sentido, sino una liberación de él”, y que ahora, en su nuevo libro, The silence of animals: on progress and other modern myths, concluye que no habrá un futuro mejor. También están quienes buscan un cielo despejado. Como Marc Augé, que en Futuro asegura que la gravedad del momento radica en que vivimos el fin de la historia tal como la habíamos entendido hasta ahora, y que el pensamiento único sólo puede combatirse desde el “existencialismo político”. Padecemos la locura de unos tiempos insidiosos que se han revestido de amoralidad y de amusia (ausencia de musas), un término que Javier Gomà recupera en su último ensayo, Necesario pero imposible, en el cual explora el cara a cara con la muerte bien señalada en los pies de foto. El propósito de Gomà es el de convertir la nostalgia en esperanza. No en vano, cada mañana parece intacta bajo las sábanas, y con la primera caricia de sol es difícil no creer en que casi todo es posible, hasta que las horas se arrugan. Ojalá nuestra época tan sólo estuviera arrugada.
La fe en el progreso, la reconfortante sensación del trabajo bien hecho o la convicción de actuar con nobleza y ganar por ser el mejor se han debilitado ante un espectáculo tan poco ejemplar. La primera reacción es el derrotismo, la segunda la rebeldía. Un espíritu luchador emerge como satélite de la realidad, aunque parece desplomarse a mitad del camino. Por eso resulta tan contemporánea esa santa Teresa que interpreta con todos los poros la actriz Clara Sanchis -compañera de runrún en este periódico- en La lengua a pedazos. La que dijo “entre pucheros habla Dios” o “la imaginación es la loca de la casa”. La que ella encarna ahora en el escenario del Fernán Gómez bajo dirección de Juan Mayorga, y que, cuando el inquisidor le escupe: “A menudo se llama espíritu a lo que es desorden”, ella le responde: “O al revés”. Sustituyamos espíritu por futuro: a menudo se llama futuro a lo que es desorden. O al revés.
Impecable reflexión expresada con frescura y sin ninguna pedantería.
¿Seguiré siendo en este blog el eco de mi mismo?
Maravilloso. Fácil. Completo.
Oh, Nuria, gracias por la compañía, empezaba a quedarme helado. ¿Montamos, entonces, el club de fans?