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Nudismo maternal

SHAK-1

Observo una y otra vez las fotos de Shakira con su vientre de ocho meses al aire y me pregunto por qué razón las mujeres embarazadas -especialmente las primerizas- sienten la urgente necesidad de fotografiarse desnudas. Desde aquel striptease de Demi Moore en Vanity Fair hace veintiún años, la maternidad de las celebrities se ha convertido en scoop recurrente siempre que enseñen su ombligo dilatado por la piel tirante. Pero sobre todo importa la transformación de su cuerpo exhibido como un trofeo en plena celebración de la maternidad.

Se trata de un ritual de pasaje (el que se instaura ante la modificación de roles y estatus, ¡y qué mayor mudanza que la maternidad!) cada vez más aplaudido socialmente y que entronca con las representaciones de la fertilidad de las Venus paleolíticas. Los nuevos códigos de imagen, así como la aceptación pública de la desnudez maternal, han propiciado que famosas como Claudia Schiffer, Jessica Simpson, Paz Vega, Martina Klein o ahora Shakira, con su vientre rotundo, encarnen el deseo que también albergan millones de madres anónimas de inmortalizar el milagro de dos latidos en un mismo cuerpo y una declinación de la belleza entendida como ternura. De exhibir su tripa, lo más abultada posible, como una forma de mostrar su orgullo de madre y a la vez como búsqueda para reconocerse a sí mismas impregnadas de ese baile hormonal en el que la realidad adquiere formas caprichosas y lo urgente deja de parecerlo.

Las embarazadas a menudo han sido representadas como mujeres serenas que esperan, “en estado de buena esperanza”, se decía antes. La espera forma parte de la historia de las mujeres y su tiempo se ha tejido con hilos de expectativas: desde aguardar a que los hombres regresaran de la guerra o del trabajo, a que los hijos se hagan mayores, a que les llegue la regla o se les retire… “Las madres no escriben, están escritas”, leo en Maternidad y creación (Alba), un libro en el que se reflexiona sobre el cuerpo de la mujer cuando actúa como una “tierra bella” para ser explorada. El maternonudismo contemporáneo, en cambio, nos ilustra acerca de todo lo contrario: la mujer espera, sí, pero de pie y desnuda, autoexplorándose. Sin indolencia y con actitud de plantarse frente el futuro. Aunque eso ya no sea noticia, ni la americanada que sin duda acabará prosperando, como Halloween, denominada baby shower -una fiesta con regalos para la madre y el bebé durante el embarazo-, en el caso de la colombiana con fines benéficos. La noticia en este caso es que a la estrella latina que canta canciones sobre lobas y waka-wakas la acompaña en las imágenes el padre, Gerard Piqué, enlazando sus manos sobre la barriga idolatrada. Un hombre diez años más joven que ella, también desnudo de cintura para arriba, que viene a demostrar que hoy no sólo se trata de exhibir el orgullo maternal, sino también el del hombre que se siente embarazado.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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