Me encontré con un equipo aventajado en cortar el aire para cerrar páginas. Con un pozo sin fondo de reporterismo, buenas historias, fotógrafos de moda, y un reino de abejas laboriosas capaces de convertir un estudio fotográfico en la vía láctea. A día de hoy, solo puedo ser indulgente con aquél vértigo alimentado por el lápiz de mi imaginación escribiendo historias imposibles. Siguieron años felices, números de baño y números antifrío, los especiales de sexo y los de pasarela, el premio contradiction, las campañas contra los malos tratos. Los años difíciles, los equilibrios mantenidos, el 25 happy birthday con Karl Lagerfeld. Mientras escribo mi editorial número 189, mi último editorial, pasan en moviola los rostros de quienes después de aquilatar, uno por uno, ciento ochenta y nueve números de Marie Claire, nos hemos ido a casa, ya cerrada la noche, satisfechos y locuaces como si hubiéramos salido a cenar. Tantos compañeros en el arte de compartir, discrepar y construir, con el orgullo de que muchos de quienes me acompañaron sean hoy profesionales de éxito al frente de publicaciones y grandes proyectos. Dieciséis años es algo más de la media de duración de los matrimonios españoles, por ello la biografía compartida con quienes estáis al otro lado, leyendo esta página, no es residual. Las lectoras. Esa es la verdadera razón por la que dirigir Marie Claire ha sido algo más que un trabajo. Una vocación.
«Demasiado joven», me contaron que fue la única objeción a mi fichaje, hace dieciséis años. Pero acabé siendo merecedora de tal confianza. Pura serendipity que este número de Marie Claire esté dedicado a los jóvenes. A su desnudez existencial, que tan magistralmente capta la cámara de Ryan McGinley, y a la incertidumbre que los acecha en un territorio desconocido donde deben tomar impulso para plantar su árbol. A pesar de que el futuro se escriba en precario y de que las salidas se hayan ido cerrando —sin manual de instrucciones—, la generación que nació en los ochenta tiene hoy una llave en sus manos. Ignoro si es la «generación yo» o la «generación Facebook», los ni-nis o los no-nos. Las etiquetas limitan y ensucian la originalidad. Por ello, como habitantes de unos tiempos donde no hay otra pedagogía que la de la perseverancia, saben que deben revestirse de nuevos lenguajes que puedan sostener el nuevo mundo. Tan solo necesitan una oportunidad. Y hoy no nos queda otra opción más sensata que la de aprender de ellos. Porque sería presuntuoso creer que es nuestra huella la que importa. No, es el pálpito de quienes edificarán castillos entre la vigilia y el sueño bajo los pliegos de este papel couché. Gracias.
(Marie Claire)
Siempre es un placer leer tus editoriales, espero la proxima…. No se donde ni cuando.
Gràcies per aquestes 189 editorials. En elles he trobat els arguments que a vegades en mancaven a mi per reindivicar el paper de la dona en tots aquells aspectes de la societat on som poc presents, poc valorades o bé massa presents.
Ho confesso: ets com la germana gran que tot ho sap!!
Una abraça i molta lluita per aconseguir els teus somnis i desitjos.
Alguna vez escuche de alguien que dijo, pon atención a cada imagen, lectura o situación que tengas el día a día.
En este momento estoy por iniciar un proyecto, una carrera profesional, y su escrito me Ha parecido muy oportuno, su padre tenia razón la única debilidad que uno no se puede permitir es la cobardía.