Cuando el avión cierra sus puertas y el asiento de tu lado queda vacío. Cuando en la radio del taxi, una mañana tonta, suena una vieja canción que te gusta y que casi habías olvidado. O cuando vas a pagar, con mala conciencia, y la cajera te dice que esa prenda tiene un 30% de descuento. Cuando alguien que no conoces te saluda, otro lo llama por su nombre, y al despedirte tú lo repites tres veces aunque no sepas quién es. Cuando un día te pruebas unos zapatos que te molestaban y descubres que ya no te duelen. O cuando llenas tu maleta de libros con la esperanza de leerlos todos, aun sabiendo que no lo harás.
Cualquiera de nosotros podría enumerar su particular colección de «momentos de inadvertida felicidad». Así titula Francesco Piccolo un breve libro que ahora publica Anagrama y que hace dos años enamoró a Italia. El autor, guionista del gran Nani Moretti, que ya demostró ser un agudo observador con Escribir es un tic, recoge en su original dietario sin fechas una colección de epifanías que consiguen que la gris realidad resplandezca. Me recuerda a George Perec o Joe Brainard, e incluso trae un eco de las Aguas de março de Jobim y Elis Regina. Piccolo encuentra un buen repertorio de razones que esbozan el sentido de la vida. A veces con cinismo, otras con fineza, o humor absurdo y lúcido, consigue que emerjan sobre el papel esos detalles insignificantes pero capaces de mitigar el angst existencial. He aquí algunos ejemplos del libro que enumeran con audacia lo insospechado e imprevisible que pervive en la cotidianidad: «Los gestos automáticos y rápidos de los farmacéuticos cuando envuelven los medicamentos», «girar la cabeza de golpe cuando se baila un baile latino», «las parejas que llevan muchos años juntas y juegan a las cartas en silencio, por la noche», «cuando mi mujer se pone una camiseta mía», «cuando se murió el canario», «todos los documentales, excepto los dedicados a la gente que cambia de sexo».
Al igual que marcar en la agenda los asuntos pendientes nos ayuda a sentirnos mejor persona, como resguardándonos del atropello del presente, aparte de procurar una liberadora sensación de eficacia, lo infracotidiano -todos aquellos paréntesis, hallazgos, lugares comunes, manías e incluso corazonadas- nos hace buena compañía. Y roza los pliegues de una intimidad que en tiempos tumultuosos parece desenfocada. No son tiempos para grandes esperanzas, pero el pulso de la vida nos tiende a diario un anzuelo: el de identificar esos momentos de felicidad inadvertida que ahora, en plena intemperie nacional, son el mejor agarradero para seguir levantándose de la cama.
Gracias por este artículo y por citar este libro (se va conmigo de vacaciones seguro). Estas pequeñas partículas de “felicidad inadvertida” son espontáneas ventanas de aire fresco en la jungla sofocante del día a día. Hace poco escribí sobre ello en mi blog. Aquí va la entrada con un listado de felicidades inadvertidas por si a alguien le interesa:
http://novulldormir.wordpress.com/2012/06/13/quan-mallorca-menorca-eivissa-eren-nomes-mallorca-menorca-eivissa/