Sobre su edad biológica se estampa una edad tecnológica que los hace parecer resueltos preadolescentes. Vete a saber si los pollos hormonados o el primo de Zumosol han contribuido a que se avance la pubertad, pero la infancia se resume en una exhalación. Se adelanta la menarquia, la primera relación sexual, la depilación, incluso el consumo de alcohol. Los 13 años de hoy son los 16 de antes pero, si bien es más breve la idealización de la inocencia, también es más corto el duelo al perderla. A pesar del anticipado recibimiento en la sociedad adulta, estos púberes precoces tardan mucho más en alcanzar la madurez. Entre las chicas, desde que empiezan sus primeros juegos sexuales hasta que son madres pueden transcurrir veinte años. Casi el mismo tiempo que, con suerte, tardarán en encontrar un trabajo estable que no perpetúe su estatus de becarios.
Los psicólogos aseguran que el timing de los sistemas neuronales y psicológicos que interactúan en el paso de la adolescencia a la adultez han variado en los últimos siglos. «Recientes estudios sugieren que no es que los adolescentes sean rebeldes porque subestiman los riesgos, sino porque sobrestiman las recompensas», asegura Alison Gopnik en The Wall Street Journal. La temprana sexualización y la degradación de valores éticos en pos de los materiales, en un entorno de crisis, los hace más temerarios. Ahora, el PP anuncia que se han acabado las progresías. Ni educación para la ciudadanía, ni píldoras del día después sin receta ni abortos sin una justificación (aunque sea una milonga, como en los años ochenta).
Dice el ministro Wert, después de confundir la asignatura con un discurso de Fidel Castro, que no quieren adoctrinamiento. En la realidad objetiva, las cifras señalan que en el último año ha disminuido el consumo de la píldora poscoital (el 30% en Catalunya, por ejemplo), se han reducido los embarazos adolescentes y ha crecido la solidaridad entre los jóvenes. Desandar lo andado para marcar carácter es un asunto muy propio en los relevos de mando.
Pero la historia también ha demostrado que las leyes no pueden ir ni por delante ni por detrás de la sociedad. En verdad, aguardo impaciente a que el nuevo Gobierno desarrolle un magnífico plan de educación sexual a fin de inculcar a los jóvenes sentido de la responsabilidad y de la crítica, más allá de limitarse a compartir sentimientos con su electorado.
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