El simbolismo navideño es ante todo luminoso. Los tendidos de luces que cuelgan en las avenidas, cada vez más parcos, nos devuelven el aire festivo del encantamiento. Como si unas manos invisibles engalanaran el mundo que se dispone a abrazarse fraternalmente alrededor de un pavo. La parafernalia de la Navidad siempre lleva lazo, ramita de acebo y huele a canela y naranja, que el marketing olfativo etiqueta como aroma navideño.
Se calcula que en estas fiestas la gente se gastará una media de 352 euros en regalos. También aseguran que el acto de regalar a menudo complace más a uno mismo que al destinatario. Ocurre igual que cuando se organiza un viaje: la máxima felicidad se alcanza al prepararlo, organizando rutas en una prolongación del deseo que busca un espejo en la realidad. Las expectativas nos fortalecen a la vez que nos desamparan. Por ello en vísperas de fiesta nos envolvemos con un lazo imaginario.
El tan coreado amor universal acaba por rozar la mejilla de los cínicos y los outsiders, que se extraditan de los festejos. Y se acerca a ese ser interior que custodiamos, una especie de yo íntimo que nada tiene que ver con el yo social. El mensaje navideño vende bien y trae calor en plena escarcha: chispas de reconfortante fuego que adormecen las carencias. La idea de la familia emerge ante la necesidad de hacer piña en plena precariedad. En cuanto al amor, incluso los antirrománticos, en su fuero interno, albergan esa fantasía. ¿Por qué si no se siguen vendiendo libros de Jane Austen, ahora también en Kindle?
Su ingrediente principal es la heroína que se debate entre un mundo insidioso y sus propias convicciones, esto es, la voz de su corazón, o mejor dicho, de su inteligencia. Amor y matrimonio. El hombre perfecto aunque sin brillo y el hombre atractivo aunque inconveniente. Claro que los finales felices de Austen son determinantes para mantener su hechizo, pero su admirable perspicacia y su capacidad de mantener en vilo al lector, mostrándole que difícilmente en el amor se hallan trajes a medida, son las claves de su éxito inagotable.
El ensayista William Deresiewicz recuerda que, cuando se sumergió en la obra de Jane Austen, un viejo profesor le llamó la atención sobre la escena de una de las primeras obras de la autora, La abadía de Northanger, en la que Catherine le dice a Henry: «He aprendido a amar a un jacinto». Y ante la perplejidad de Deresiewicz, su profesor continuó: «Austen está diciendo que tenemos que aprender a amar las cosas, y que eso es algo que no sucede por sí mismo».
La adicción al deseo conduce al autoengaño y a la euforia de la conquista le sigue la nostalgia del enamorar. Después sobreviene el tedio. Sobre todo porque aún se considera que el amor debe llegar de fuera, no de dentro. Y que a amar no se aprende, cuando se trata de la asignatura más ardua de todos los tiempos.
(La Vanguardia)
está muy bien escrito, tiene mucha calidad.
Cuánta razón tienes…el amor es algo esencial de cada uno…lo de enamorarse, el juego de la seducción es otra cosa bien distinta. Mil besos y FELIZ NAVIDAD :)
Lola , es que leí una nota tuya sobre Joana y te quería responder, pero no me deja hacerlo en el blog de vocento. Y de este mamnera, uso de paso, a modo de director malo de cine, una voz en off, para que a su vez me escuche tambien la elogiada!!, pero en serio esto te lo escribí a tí:
No puedo estar más de aucerdo con esta nota. Incluso debo decir que no sé si es el influjo de la prosa de Joana, o eres un águila en esto también ( que más bien ese debe ser el caso), pero te ha quedado bordado. Yo sin embargo no la conozco personalmente, y cuando digo esto me pregunto, ¿ de verdad no la conozco?. ¿ Es que acerca de toda esa gente que saludo en la vida cotidiana, incluso entre mis más allegados, sé más que acerca del alma , en cierto sentido claro, de esta genrerosísima persona?. generosa por todo lo que se brinda cada vez que abre.
Que conste que me corto, por un sentido de pudor básico, y porque temo ridiculizarme con un chorreo de peloteo improcedente, o perturbar un poco, pero lo cierto es que me parece una de las plumas más finas que he leído ultimamente, y la comparo con lo mejor que he leído. Y además no hay manera de que me defraude, porque lo que me gusta no es solo un aspecto, sino el compendio, entonces puede cambiar algo , pero es dificil que deje de escribir como ella.
Me interesa ver que puede hacer alguien así, explorando terrenos de escritura donde además de entrar en alma como en una nota perfecta, donde la musicalidad, si se sabe aplicar permite la mejor cadencia literaria, como un escrito largo, donde también meta el cuerpo, toda la congestión interna, la combustión de todo su ser. Creo que sería maravilloso. Claro si se le dice mucho que en el análisis corto, en el relato inmediato es sensacional, de verdad, muy buena, quizás encuentre problemas en un territorio más hostil, o menos familiar. Me gustaría verla, porque esa fuerza contra la injsuticia, y esa defensa d ela estética, de la belleza ( repito no la conozco, pero se nota que es buena gente), junto a reivindicaciones , algunas minimas imperceptibles casi, y otras urgentes, me encantaría verlas mezcladas con la niña Joana saliendo de paseo de su propia mano, la nena esténica y valiente frente a la vida, y la de los temores ocultos, la literata adorable.