Es probable que hoy, en plena hoguera económica, nadie le exigiera ejemplaridad a una ministra para que se cogiera su baja maternal completa. El mundo trinando, los empresarios pidiendo despidos de veinte días, algunos periódicos amenazando con huelgas, y un presidente de la República en la sala de partos, quiá. El mundo ha cambiado. ¿Dónde están Blair o Cameron, representando la paternidad responsable? Blair incluso llegó a aprovechar su imagen de adorable papá para tratar de contrarrestar la dureza con que le había revestido su alianza con Bush jr. Y Cameron, en una carta publicada el día del padre en el Sunday Telegraph, instaba a la responsabilidad de los políticos «para que los padres vuelvan a estar presentes en la vida de sus hijos», añadiendo que la sociedad debería ser «hostil» hacia aquellos que desertan de su función paternal. Y llega hasta tal extremo su compromiso parental que sentenciaba: «Deberían ser estigmatizados como los conductores borrachos».
Hoy, abundar en la imagen familiar de quienes gobiernan parece del todo contraproducente. ¿Habría aumentado su popularidad Sarkozy acompañando a Carla Bruni en el parto? Es improbable. Resulta abrumador analizar hasta qué punto la cúpula que nos representa actúa cada vez más en dirección contraria a la de la mayoría de los ciudadanos, bien lejos de la ejemplaridad. En España, desde la entrada en vigor de la ley de Igualdad, en el 2007, un 58% de los padres se han acogido a las bajas, casi cuadruplicando el volumen de solicitudes en estos tres años. Cerca de un 90% acompaña a la madre a la sala de partos.
Cierto es que política y familia siempre han sido antagónicos. Pero la hasta hace dos minutos llamada neuropolítica, así como la necesidad del storytelling, el relato sobre el líder que empatiza y a la vez genera admiración y respeto, han perdido su vigor. Las políticas familiares, en tiempos de crisis, suelen ser duramente castigadas y postergadas. Claro que luego está el saber diferenciar lo urgente de lo importante. Y aquel que tiene entre manos asuntos mucho más decisivos que acompañar al nacimiento de su hijo es, sin lugar a dudas, un hombre desgraciado.
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