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Jobs y su yo confieso

Desde su prematura muerte, el discurso que leyó Steve Jobs en la universidad de Stanford en el 2005 ha sido uno de los vídeos más pinchados en el mundo entero, superando los seis millones de visitas en la red. ¡Qué excelente oportunidad para que millones de malos estudiantes se enfrenten al comentario de texto! Jobs escogió cuidadosamente tres temas, tres historias de su vida, «nada especial», aseguraba con falsa modestia. Los orígenes, el fracaso y la muerte. El enunciado es dramáticamente real, inesperado en boca de quien fuera chairman de la segunda compañía que más vale en Bolsa. Y su alegato contra la adversidad, «amar lo que haces», se ha convertido en testamento simbólico. «Sigan hambrientos, sigan alocados», animó a los recién graduados. Hambre de ideas y sueños para escapar al dogma y no gastar el tiempo viviendo la vida de otro.

Su gran ascendencia no sólo procede del perfil de visionario y estratega de patentes que han revolucionado la vida cotidiana, procurando belleza a sus artilugios, sino también de su jersey negro y sus tejanos. Del hombre esquivo, para algunos autoritario y mesiánico, para casi todos un genio, comparado con Kennedy o Luther King. Y que en Stanford, en un acto con togas y birretes, quiso confesarse.

Allí recordó al niño huérfano que fue adoptado por los señores Jobs. Al universitario que a los seis meses sintió que era ridículo que su familia se arruinara con sus matrículas y abandonó las aulas. Al joven inquieto que iba de oyente a clases de tipografía, aprendió el valor de una serif y que acabó inventado ordenadores manejables y bonitos en el garaje de casa. Al ejecutivo con éxito que fue despedido de su propia compañía y realizó una carambola maestra, regresando como salvador de Apple años después. Y al hombre a quien, en la cumbre del éxito, el médico informó de que tenía cáncer.

Igual que Emerson, Thoreau o Whitman le cantaban al hombre moderno, el de «la vida inmensa en pasión, pulso, poder», Jobs, aquella tarde en Stanford, desgranó una filosofía de vida en la mejor tradición de los padres fundadores norteamericanos: la vida como búsqueda constante. «Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo», dijo. En quince minutos de emotividad tan sólo recolocó sus gafas en una ocasión. No necesitaba gestos, datos ni teoría. Tampoco pronunció las palabras modernidad, pasión, pulso o poder, y sin embargo ahí están, detrás de aquellos cinco folios donde en cambio sí incluyó «intuición» y «corazón» con la misma habilidad de aquellos vendedores ambulantes del Oeste lejano al desplegar sus alforjas. Era un multimillonario, pero eso parecía secundario. No sólo por haber escalado desde abajo, sino porque siempre se mostró revestido de ese bien escaso que es la inspiración.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. Magda Magda

    Buenos días Joana…
    Una anónima seguidora de tus escritos te da las gracias por haber conseguido que me pare a ver y escuchar con detenimiento tan proclamado vídeo (que consideré casi virus)… gracias a ser recomendado por tu parte… y ha valido la pena…
    Gracias por ser tan buena prescriptora…

    Feliz y productivo día

    Mag

  2. Regina Regina

    Junto con “I have a dream” y “Freedom for press” el de Jobs és otro disurso que he escuchado un millón de veces, pero como el buen vino envejecen bien; siempre acaban llenándote de la misma fuerza.

    Regina.

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