Saltar al contenido →

Yuppies, progres y anonymous

La hecatombe internacional exige un cambio de registro, no sólo en el estilo y en la posición moral de los individuos, sino en los estereotipos que han ido fijando diferentes visiones del mundo. A finales de los ochenta, cuando Tom Wolfe diseccionaba a los yuppies de Wall Street asociando la ambición a la desgracia, Akio Morita, mister Sony, mordía con toda su fuerza la Gran Manzana. Su proeza consistió en transformar una pequeña tienda de radios japonesa en una multinacional que encabezaba el milagro económico japonés. En aquella época, los valores de éxito y riqueza crecían según la calidad del tapizado de los sofás: del negro al blanco, del cuero Le Corbusier a los linos italianos. Hasta que la caricatura del yuppie se hundió en el fango. El modelo de triunfador workaholic, adicto y materialista, empezó a producir tal rechazo que los yuppies, sin dejar de serlo, relajaron sus costumbres y empezaron a acudir los viernes a las oficinas en vaqueros y sin corbata. Los creadores de etiquetas propusieron alternativas: los bobos bohemios burgueses que aportaban laxitud a las convenciones sociales —los ecochic verdes de papel couché empeñados en desterrar la lactosa en la edad adulta— y los pijoprogres corazones idealistas disfrazados con greñas de diseño pero con abultada cuenta corriente.

Aún no he terminado Libertad de Jonathan Franzen, a punto de ser publicada en castellano por Salamandra, que ha sido saludada como «la gran novela americana del siglo XXI». Se trata de un fresco vivaz aunque melancólico, una novela de familia que traza hábilmente la psicología de quienes se sienten atrapados por una muy cuestionada libertad personal que les conduce a encrucijadas existenciales. También anuncia la caída del progre americano convertido en ecologista corporativizado, en relativista moral que necesita perdonar a todo el mundo para ser disculpado por su buena suerte, apenas sin coraje para asumir sus privilegios y a menudo alérgico a la política, como el personaje de Patty, «alegre portadora de polen sociocultural».

A los yuppies japonófilos de Tom Wolfe y a los progres a los que la era Obama ha demostrado que no han podido con el sistema, les han sucedido unos tipos aparentemente sencillos dominados por la tecnología. La generación de los Zuckerberg y Costolo encabeza un nuevo paradigma que ha sustituido la ideología por una tarjeta SIM, aunque mantenga intacta el aura de quien se comporta como si la gente aún mantuviera largas conversaciones. Es el modelo del antiyuppie de Palo Alto. Por un lado, tecnócratas y nerds de Silicon Valley, disfrazados de tipos normales, tienen la llave del nuevo mundo. Y por otro, presuntos tipos normales, una masa polimorfa, eligen la máscara de anonymous como estandarte antisistema. No es el fin de la posmodernidad, es la definitiva derrota de la normalidad.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Beatriz G. Beatriz G.

    Excelente comentario y no puedo estar mas de acuerdo!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *