Recibo cartas hermosas de mujeres que leen Marie Claire, y que van más allá de la complacencia o el esnobismo. Escapan a la superficialidad que impera en estos paisajes del couché, donde a menudo se olvida que además de encontrar los zapatos y el bolso ideales para la temporada, la vida es un conjunto de incertidumbres iluminadas por un par de certezas. A veces, durante un mes, me entran correos de lectoras que, sin saberlo, teclean palabras parecidas de forma simultánea en distintos puntos del mapa. Cierto es que la lectora de Marie Claire tiene fama de culta, comprometida e independiente, (think smart, look amazing, reza el slogan de la cabecera en otros países) pero lo que más me impresiona es su capacidad para detectar los asuntos más vulnerables de la actualidad ante los que no vale cruzarse de brazos. Varias lectoras coinciden en alertar acerca de la pérdida de una de las terapias universales del ser humano: la conversación. No es cuestión de formato sino de modos de vida; de huir de esa manía en abreviarlo todo, incluso las ideas. Leo un estudio de la universidad alemana de Erlanger-Nurnberg que demuestra que mantener largas conversaciones con los compañeros hace que la gente se sienta más feliz en su trabajo. Hoy tenemos sobredosis de información, pero ¿de información verdadera? El escritor Carlos Fuentes, magnífico, perfecto, cosmopolita, me asegura en Mallorca que vivimos una explosión de la información, seguida de una implosión de su significado. Que en realidad se informa poco, y que la gente exige menos. «Me sorprende que la mayoría se quede tan satisfecho al mandar un mensaje o recibirlo, en lugar de interrogar a la realidad, de exigirle más a la información», dice el escritor, flamante Premio Formentor de las Letras. Yo no renuncio al placer fugaz de enviar o recibir un mensaje, un tuit, pero defiendo un ideario muy Marie Claire: conversar, informar, gustar, opinar, sentir, gozar.
¿Huelga de madres?
Las mujeres nos pasamos un par de décadas deseando que nos llegue la regla, hasta que de repente rezamos para que se retrase nueve meses. El deseo y la realidad no siempre coinciden. Hay momentos vitales fantásticos que no se acompañan de estabilidad profesional y económica, y para algunas, cuando ésta llega o bien no tienen pareja o es demasiado tarde. Hace ya más de cinco años que la Universidad de Nueva York desarrolló una técnica exitosa para congelar ovarios no fertilizados. Ser madre de manera autónoma, asistida por la ciencia, y escapando al dictado del reloj biológico ha resultado uno de los mayores logros del feminismo. Pero, ¿qué ocurre con la maternidad en el siglo XXI?; o mejor dicho, ¿cuál es el impacto de la crisis en las políticas de conciliación? Para empezar, un claro descenso de la sensibilidad hacia el difícil equilibrio entre vida profesional y familiar. Y también la constatación de que las mujeres son un electorado sensible: de 300.000 guarderías prometidas en 2007, se han construido 71.000. la razón, por supuesto, la crisis. El resultado: la tasa de natalidad se arrastra por los suelos en una Europa envejecida.
Perfumes
Soy una auténtica loca de los perfumes, aunque sin superar a mi madre, que posee en su casa un pequeño museo con frascos de todas las épocas y que aún es reticente a revelar el nombre del aroma que utiliza. Con algunas mujeres nos hermanan los aromas. Tejen un rico mapa de conexiones. Uno de mis juegos preferidos es adivinar el perfume de la gente con quien la confianza me lo permite; el nivel de aciertos es elevado, pero en algunos casos se me resiste como ocurrió en su día con Maribel Verdú y Elvira Lindo, que llevan el mismo perfume. La fragancia, una memoria licuada entre esencias, el córtex impactado por el aroma que juega al recuerdo.
(Marie Claire, octubre de 2011)
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