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¿Están acabados los hombres?

Septiembre ha sido un mes pródigo en informaciones protagonizadas por mujeres hasta el extremo de que algunos foros, como el de la revista Slate, se han abierto precipitados debates: «¿Están acabados los hombres?». Ser mayoría en las universidades ha propiciado que, por primera vez en la historia de EE.UU. ellas superen a los hombres en títulos, mientras que el índice de paro es menor entre la población femenina que la masculina. Todo ello, aderezado con la presencia de Clinton, Rousseff y Merkel en el ranking de Forbes —que compiten en poder y liderazgo con los líderes masculinos—, ha sedimentado la idea de que las mujeres se están comiendo el mundo. Ahí están las pioneras: Christine Lagarde, luciendo canas al frente del FMI, o Jill Abramson, que se ha incorporado este mes como directora del The New York Times después de 160 años de tradición masculina.

Ante esta avalancha de buenas noticias, ha regresado el alarmismo. Es un asunto cíclico: en los años noventa Robert Bly, con su Iron John, recomendaba recuperar los rituales masculinos para «hacerse en verdad un hombre»; hoy incluso Obama mantiene un comité para el estudio de la masculinidad. Los lamentos a causa de la debilitación del patriarcado crean tanta confusión como los triunfalismos feminoides. Sin duda es un disparate la insidiosa pregunta que plantea Slate, argumentando el tópico de que mientras las mujeres mantienen a las familias unidas, los hombres ven fútbol. El orgullo de sexos es un asunto frívolo e inmaduro porque la igualdad nada tiene que ver con enaltecer lo femenino por encima de lo masculino.

Por otro lado, el recuento de malas noticias de género este mes también ha sido ensordecedor: se multiplican los feticidios —abortos selectivos de niñas— en el Cáucaso, China e incluso los Balcanes, y más de dos millones de mujeres desaparecen cada año. Los matrimonios forzados también crecen, y no sólo en el tercer mundo: en Catalunya los Mossos han podido evitar 14 de ellos. Por no abundar en la tolerancia con la esclavitud sexual que pervive en los países más ejemplares. Pero también hay pésimas noticias de género para los hombres en una sociedad que aún entorpece su rol como padres. Algunas empresas, como la alicantina Goldcar, acaban de denegar una reducción de horario a un padre para cuidar a su hijo, mientras no se demuestre que su mujer, «que es a quien corresponden esas tareas, no puede atender al menor». Otra patada a la conciliación, que nunca será efectiva hasta que al hombre no se le reconozcan sus derechos y responsabilidades como padre. Y los ejerzan. Más aun, cuando la revista Proceedings of the Nacional Academy of Sciences acaba de publicar que el instinto paternal existe. No, los hombres no están acabados, sino en condiciones, al lado de las mujeres, de acortar distancias y celebrar diferencias.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. siempre he dicho que la única cosa en la que el hombre y la mujer somos iguales es en la capacidad para decir tonterías … y nos vamos superando. Que un hombre es imbécil, … ya llegará una mujer a decir, “aquí estoy yo” y superarle en estulticia. En fin, suma cero. Al final, mira a tu alrededor, cuenta los idiotas y verás que se reparten por igual entre los sexos.

  2. Martín Martín

    Tristemente veo que sí; Joana. Estamos acabados. No hay por donde reinventarnos que no sea en un rol victimista dentro de una sociedad femenina que no feminista.
    Perdón, era más que una broma, era una expresión de deseos!!!

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