Pura América. Los picnics en los patios traseros de los años cincuenta. Los Finger Lakes donde campesinos y cazadores jugaban a cowboys. James Dean y Steve McQueen. Y el alma del rock and roll. Tommy Hilfiger, el rey del american life style, no recibe en una poltrona de nuevo rico; su loft en Chelsea conserva el gusto por las viejas maderas, el pop art y, por supuesto, la bandera americana que firma las esquinas de sus prendas. Diseña colecciones con Marky, de los Ramones, esponsoriza a músicos como Lenny Kravitz o Enrique Iglesias, compra empresas a Karl Lagerfeld y es coleccionista de arte. Su compañía está presente en 65 países del mundo pero continúa sintiendo nervios ante lo nuevo. Y cuando cuenta su niñez se escucha el lejano eco de las historias de Mark Twain. Su ropa es signo de estatus para muchos afroamericanos y una garantía del casual chic para sus clientes occidentales. Hace cuatro meses nació su quinto hijo, Sebastian Thomas.
¿Puede definir el estilo americano en cinco palabras?
Clásico, práctico, libre, deportivo y roto.
Fantástico. ¿Y con cinco emociones?
Alegre, divertido, cool, fuerte (pausa)… estúpido (entre risas). ¡Es verdad! ¿O quiere que empiece con estúpido?
¿Qué queda de aquel niño de Elmira de una familia de nueve hermanos?
Podríamos denominarla “all American-normal”. Elmira está en medio del Estado de Nueva York, un Estado tan grande que si conduces cinco horas llegarás a pueblecitos donde nadie conoce la ciudad y todo es absolutamente local. En mi libro “Iconic America” muestro mi infancia. Íbamos de vacaciones a disfrutar de la naturaleza a los Finger Lakes y nos volvían locos los vaqueros; eran mis héroes. Adoro la ropa de cowboy.
¿Por qué el rock’n’roll ha sido un factor clave en su carrera?
Cuando era joven aparecieron los Beatles, los Rolling Stones, Jimi Hendrix… Comprábamos sus discos, nos sentábamos a escucharlos, mirábamos las portadas y queríamos parecernos a nuestros ídolos: pelo largo, pantalones de campana… Queríamos tener pintas de estrellas de rock. Algunos de mis amigos y hermanos crearon grupos de música, pero yo quería vender ropa para que todo el mundo pudiera vestir así. Cuando gané 150 dólares trabajando en una gasolinera de noche, compré 20 pares de jeans, los transformé y abrí una pequeña tienda llamada People’s Place. Tuve éxito y fui abriendo, una tras otra, en los campus universitarios del Estado de Nueva York. Pero no les presté suficiente atención y tuve que declararme en quiebra. Tenía 24 años…
¿Sólo 24 años?
Sí. Y entonces me lo tomé en serio, contraté a un contable y a un abogado y empecé a planificar mi carrera. Poco después lancé la marca Tommy Hilfiger, que al principio era exclusivamente para hombre. También viajé mucho: a Londres, París… por todo el mundo. Declaré entonces que mi ropa era una reinterpretación de lo que ahora denominamos “classic American cool”. En los ochenta creamos la “revolución del cool”, que fue muy divertida; algo nuevo, muy natural y fresco. Sólo buscábamos crear ropa cómoda y, de pronto, se convirtió en un gran negocio. Enseguida comenzamos a hacer fragancias, zapatos o ropa para mujer y niño. Nos establecimos en Europa y nos expandimos por Sudamérica, Asia… Estamos en todas partes.
¿El denim se ha aburguesado?
Al principio era ropa de trabajo, pero cuando se convirtió en uniforme de los soldados de las marinas norteamericana y británica, en los años setenta, se popularizó. Surgiero los pantalones de campana y de repente se convirtió en ropa chic. Fue fantástico, cuando se produjo ese boom. Los campesinos empezaron a llevar jeans con peto; los marineros, con pata de elefante; los hippies los cortaron y cosieron poniéndoles extensiones, pintándolos o remangándolos. Luego, en los ochenta, surgieron los jeans de diseñador, estrechísimos, muy sexies, y a finales de la década aparecieron los Calvin Klein, Tommy Jeans, Polo Jeans, etc. Pero los jeans auténticos, como los Levi’s, tan sencillos y clásicos, y de tanta calidad, volverán a ser tendencia.
¿Cuál es su idea de elegancia?
La elegancia es comportamiento. En mi opinión, el estilo es más importante que la moda, mientras que la elegancia tiene que ver con la cortesía, la buena educación. Una sudadera elegante debe ser ligera, discreta, con una textura excelente y acabados muy finos.
¿Qué opina usted de la crisis financiera actual? ¿Es una crisis coyuntural o se podría decir “The party is over”?
Sí. La “big party is over”. Pero estoy seguro de que nos adaptaremos a las circunstancias y resurgiremos, pero con otra actitud. Ya no tendrá sentido la cultura de la abundancia. Intento ver la crisis positivamente: nos obligará a desarrollar una mirada nueva hacia la vida.
¿Estamos obsesionados con nuestra imagen?
(Sonriendo.) Sin duda. Hay que valorar las cosas realmente importantes como la salud, ser feliz más allá de las posesiones materiales. Apreciar cada día, vivir el momento intensamente.
¿Qué relación tiene con Karl Lagerfeld? ¿Dónde se encontraron?
Estuve en París haciendo una sesión para “Harper’s Bazaar”. Karl me hizo fotos y estuvimos un rato hablando. Luego me invitó a su casa, donde continuamos charlando, y en un momento dado me preguntó por mis sueños para el futuro. Le contesté que planeaba comprar otra compañía, y me dijo: “¡Compre la mía!”. “¡Cuénteme!” —le respondí— ¿De qué se trata?”. Y él empezó: “Tengo una división de la marca Karl Lagerfeld. Es muy pequeña, pero necesito un socio que me ayude a manejar el negocio”. “¡Trato hecho!”, le dije. La compré, hicimos cambios, añadimos prendas jeans, adquirimos licencias para gafas de sol, fragancias, ositos de peluche… Mi experiencia con él ha sido maravillosa. Es inteligente e ingenioso. Sentarse con él y hablar de lo divino y lo humano es fascinante. Ahora otras personas dirigen el negocio y seguimos llevándonos muy bien. Siento un enorme respeto hacia su persona.
Y de Obama, ¿qué opina?
Representa la esperanza. Me parece un paso muy importante y muy positivo que quiera acercarse a otros países, tenderles la mano. Espero que no se implique demasiado en Irak ni en Irán.
¿Qué es la inspiración? ¿Cree en las musas?
A veces. Pero mis fetiches cambian (risas). ¡Un día me encanta Jennifer López y al siguiente estoy obsesionado con Cameron Díaz!
¿Sueña despierto?
Siempre.
(Marie Claire, diciembre de 2009)
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