Hace unos días coincidí en una cena organizada por Diego Della Valle con Scott Schuman y su pareja, Garance Doré, ambos estrellas del street style. Dice Scott, que acudió a la velada acompañado de su hija mayor: «Sé que las personas a las que fotografío no son perfectas y lo que intento hacer es abrir la puerta para empezar a pensar quién es esa persona, a imaginar cómo es». Ellos practican esta filosofía en su vida. Garane, al terminar la velada, cuando Della Valle pidió a sus amigos que amenizaran la noche estrellada con canciones napolitanas, se descalzó. En sus fotos buscan ante todo la personalidad, lo original, cómo envejecer con gracia, ese «je-ne-se-quoi» que tienen algunos, conscientes de que su estilo se refleja desde la sinceridad. Pero Schuman no fue el primer coolhunter. Desde Hénri Lartigue y su mirada para congelar instantes felices, hasta Robert Doisneau, genio de la normalidad, en este número reivindicamos a los pioneros en observar el estilo de la calle. Entre ellos destaca una mujer, Vivian Maier, con una historia dickensiana: nacida en Francia, judía, emigró a Chicago muy joven, y empezó a cuidar niños. Comprometida con la lucha de las mujeres, en su tiempo libre, se dedicaba a observar la calle y a aprehender la dignidad anónima —la de otros y la suya propia—. Pero también a capturar el cambio social protagonizado por aquellas que 30 años antes veían negados sus derechos. Ya anciana, fue desahuciada de su apartamento, aunque los niños que había cuidado y que la consideraban una segunda madre se ocuparon de que tuviera un lugar digno para vivir. Todos sus enseres y muebles fueron subastados. John Maloof halló más de 40.000 negativos en sus cajones. Un auténtico tesoro que ya ha formado parte de varias exposiciones fotográficas. Pero, sobre todo, que nos ha dejado una huella tenaz, evocadora, verdadera.
La zona gris
El sexo no siempre es feliz. A pesar de que se invoque en nombre del goce, a veces la línea que separa el deseo de uno con la libertad del otro se confunde, o mejor dicho, se transgrede. Parece ser que algunos hombres aún no conocen el significado de la palabra «no», y desafortunadamente contamos con asombrosos ejemplos en la vida pública que pretenden disfrazar una supuesta capacidad de seducción con el abuso de poder. Hay límites en la intimidad de una alcoba, que se deben de respetar tácitamente, aunque ello suponga sumar frustraciones. Es la única manera de que hombres y mujeres se conviertan en cometas del deseo verdadero.
Del cool al guau
«Las revistas femeninas deberían dejar de hablarnos en imperativo, no somos menores de edad», me dijo recientemente una lectora. Comparto su reflexión, aunque admito que a veces los imperativos, no tanto como órdenes, sino como formularios de deseo, se nos cuelan entre las páginas. El lenguaje de la publicidad y del eslogan aterrizó hace tiempo en la prensa dirigida a las mujeres. Lejos de considerar a nuestras lectoras como seres que necesitan que una información se transforme en mandato para actuar, este registro deviene un guiño, la tan ansiada complicidad, además del titular corto. Anglicismos, onomatopeyas, incluso expresiones perrunas —me niego a escribir «guau» para expresar admiración, aunque tal vez recurramos al «pío, pío» o al «miau»— desfilan a menudo entre nuestras páginas. Superlativos: lo mini, lo hot, lo top, lo it, lo 10… Y retrocediendo diez pasos para ejercer la necesaria autocrítica, me pregunto por qué hablamos así en las revistas. Los unos argumentan la cercanía, un modo de dirigirse a la lectora como su personal trainer, los otros sostienen que este tipo de imperativo es contagiosamente optimista, como una inyección de adrenalina. Cierto es que, además del imperativo, el inglés ha colonizado la aldea global, y muy especialmente en el universo moda, donde se habla un lenguaje universal. Pero ojalá los poetas no hubieran abandonado el mundanal ruido y se infiltraran en las redacciones, susurraran titulares e inspiraran nuevas palabras para nombrar la belleza sin necesidad de recurrir al tópico. Con poesía o con prosa, con interrogantes o anglicismos, os invito a escoger los titulares que os gustaría leer en una revista femenina, en twitter, @bonetjoana, o en jbonet@gyj.es
Estimada Joana:
Me gustaría implementar con un breve comentarios sobre “La zona gris”. Lamentablemente este tipo de actitudes no son exclusivas de la vida pública sino que se manifiestan en todos los ámbitos de la sociedad. Es cierto que el poder seduce y a ciertos perfiles de hombres y mujeres les deslumbran. Particularmente las noticias que nos llegan sobre Dominique Strauss-Khan, sin entrar a judgar el suceso, porque no es nuestra competencia, tiene un único aspecto positivo y es que al ser un importante cargo público mundial se ha dado a conocer, sin embargo, yo pregunto ¿cuantos otros quedan en el anonimato?.
Saludos!
Cristina Cosmen