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Julio de 2011

Alcanzar el paraíso

«Es como ascender al Valhalla —el paraíso vikingo—», declaró Jill Abramson a los medios cuando se hizo público su nombramiento como directora del New York Times, la primera mujer en los 160 años de historia del periódico. Por fin se rompía un techo. Y de los más altos. La noticia surgió pocos días después de que Sheryl Sandberg, jefa de Operaciones en Facebook, anunciara que las mujeres no alcanzaban la cima de sus profesiones en ningún lugar del mundo. «¿Qué hacemos mal?, ¿es que no queremos, no podemos, no sabemos?», preguntaba la periodista Lola Huete Machado a sus colegas desde el blog Mujeres de El País. Ahí está el dilema, entre el poder y el querer. Pero sobre todo, cuando se plantea este debate enseguida aparecen las telarañas de un sistema que aún promueve el amiguismo en lugar de la meritocracia. La apariencia de seguridad en lugar del fantasma de la inseguridad, que tan a menudo asalta a las mujeres. Es cierto, nosotras agarramos con gran vigor el equipaje cotidiano que contiene nuestros más preciados tesoros: los hijos y los afectos. Pero quienes sienten el aguijón de la vocación, que son muchas, entregan de forma más silenciosa su capacidad y su talento, y siempre tienen que demostrar el doble que sus compañeros. Cómo me gustaría poder decir que a las puertas del siglo XXI esto está cambiando, pero tan sólo revisando las cifras de mujeres que, cuando son madres, abandonan su trabajo, siento que la historia de las mujeres es una historia de tiempo y de espera.

Los hilos del lujo

Interesante fenómeno: en plena crisis, el lujo goza de buena salud, y lejos de aquel afán de ostentación aporta hoy todo lo contrario, algo tan inmaterial como el beneficio simbólico: estatus y estilo, una etiqueta que se enraíza en el imaginario colectivo. En un tiempo carente de mitos y ritos, el lujo viene a sustituir ese trozo de Arcadia perdida. Las mujeres romanas se aplicaban perfumes distintos en cada parte del cuerpo. Y en la llamada «corte perfumada» de Luis XV los criados introducían palomas en distintos perfumes y las soltaban en las fiestas para tejieran un tapiz de aromas cuando volaban entre los invitados. En España se acaban de presentar dos asociaciones entorno al «lujo». Por un lado Luxury Spain, cuyo objetivo es impulsar la imagen del lujo made in Spain potenciar el crecimiento del sector de la alta gama. Y por otro, el Club del Lujo, presidido por Enrique Loewe. El lujo verdadero se concentra en tres palabras: tiempo, leyenda y belleza. Un elemento de distinción, no tanto por su equivalente en dinero sino por sus alas, por devenir una llave que nos abre las puertas de la fantasía y el bienestar. Hacer más exquisitas las formas, teñir con aires delicados los gestos cotidianos y saber encontrar los hilos de oro en el atardecer aún claro… ese es el verdadero sentido del lujo.

El viaje

Tan deseado, planificado con extremado mimo u organizado en el último momento, el viaje abre las puertas a lo largo y ancho del mundo. Por fin respiramos su aroma. Las maletas con su tan mal cerrar, las habitaciones ajenas que nos recogen, el sol bailando detrás de las nubes. Durante algunos días, docenas de paisajes se irán sucediendo como una docena de videoclips. Un gorjeo agudo, tan diferente al de Twitter, saludará la mañana en algún lugar aunque por un instante, nos parecerá estar dentro de un sueño hasta que abramos los ojos y sintamos que el mundo cabe en la palma de la mano.

(Marie Claire, julio de 2011)

Publicado en Mi Smythson

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