Los protagonistas de Carrère no quieren ser héroes. Uno de ellos, por ejemplo, detesta la idea redentora de que la enfermedad te haga más humano y más sabio. Son testimonios que ahondan en la enfermedad y el dolor, en su servilismo y también en la experiencia enriquecedora que puede desprenderse de ellos. Estos días han coincidido varias informaciones relacionadas con la lucha contra el cáncer, demostrando que las buenas noticias son más que nunca noticias. Ahí están los científicos en diferentes partes del mundo combinando fármacos, aislando genes a fin de personalizar los tratamientos, probando dobles terapias, bregando por reducir muertes. No tendrían que ser necesarias las enfermedades para abrazar furiosamente la vida, que tan a menudo cuestionamos. Pero no existen mayores héroes que quienes las padecen, las soportan y las combaten con una dignidad que nos conmueve. En el libro de Carrère no se escatima el terror, la decepción, el helado silencio. Pero también se glosa uno de los mayores triunfos del ser humano: la capacidad de amar.
Contra la adversidad
Me abalanzo sobre el último libro de Emmanuel Carrère, un escritor que no necesita inventar para escribir novelas. En sus libros todo es cierto. Porque Carrère, además de escribir muy bien, realiza un tipo de striptease de los que no ruborizan: «…yo, que vivo en la insatisfacción, la tensión perpetua, que persigo sueños de gloria y destrozo mis amores porque siempre me imagino que en otra parte, algún día, más tarde, encontraré algo mejor». De vidas ajenas es la historia de la muerte de una niña durante el tsunami en Sri Lanka y la muerte, a causa de un cáncer, de una joven madre y juez en la región del Ródano. Muchos coinciden en que se trata de una bella novela de amor. «De la felicidad arrancada a la desesperación», ha dicho Le Nouvel Observateur. Hay algo verdaderamente reseñable. Carrère vive estas dos tragedias desde muy cerca, y en ambos casos alguien le dice: tendrías que escribir acerca de eso. Esas palabras al vuelo adquieren la forma de un mandato que lo empuja a escribir. No se trata esta vez de un inquietante parricidio como el de El adversario —una reconstrucción del caso de Jean-Claude Romand, que se inventó una vida falsa hasta que, viéndose desenmascarado, mató a sus padres, a su mujer y a sus hijos—. Tampoco hay exotismos, relaciones turbulentas ni cartas eróticas publicadas en el periódico como en Una novela rusa, un viaje hacia la madurez con el desmembramiento moral de las ex repúblicas soviéticas como trasfondo. Esta es una historia aparentemente triste y común, como tantas. Un buen día la adversidad se presenta sin avisar. Con su cara más oscura y afilada, su periplo a través de tacs, quimios y recidivas. Palabras que forman parte de nuestro vocabulario aunque, de la misma forma en que el cáncer nos asedia, la ciencia se apresure en combatirlo.
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…una gran capacidad de amar…loa al ser humano…aunque tristemente algunos “seres humanos femeninos” desoigan los versos, poemas y otros bártulos que algunos intentamos hilvamar para poder conseguir el amor soñado de nuestra musa. Pretensión hasta ahora en absoluto fracaso. No te olvides de los que te amamos…..sería maravilloso que nos recordaras….que ahi estamos…mirando las rayas de tu blusa marinera….
Suena muy grande…lo pondremos en la lista de lecturas veraniegas