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El PSOE y el efecto calamar

Como en todas las purgas, era indispensable provocar una catarsis que liberara pesados lastres y suavizara una realidad cada vez más hostil, mejor dicho, una realidad que en los últimos días ha sobrepasado al PSOE con una mezcla de terror y confusión. Ante las malas rachas —que el acervo popular ha interiorizado con el dicho «las desgracias nunca vienen solas»— hoy la psicología popular advierte del efecto calamar. Un tropiezo, una contrariedad inicia una cadena de desencuentros sin fin. La tinta del calamar lo va tiñendo todo de negro. Más allá del núcleo, cualquier cuestión periférica que se cruza por el camino parece convocada, por orden del pensamiento mágico, a sumar desgracia. Todo se empaña. Y el libre albedrío resulta más inalcanzable que nunca; cada uno de los actores de la tragedia actúa como pieza encajada por el destino.

Tras la esperada pero aun así estrepitosa derrota de los socialistas en las municipales y autonómicas, las luchas fratricidas han espolvoreado su azúcar envenenado en las portadas. Palabras graves como «suicidio político», «cainismo» o «conspiración» han intentado minimizarse con el eufemismo de una «necesaria refundación programática». De momento, Zapatero —más cercano que nunca a aquel Adolfo Suárez vapuleado y humillado a quien no perdonaron, como al de León, que fuera un niño de provincias— pasará a la historia como el presidente que nos arruinó. Sus problemas se han ido extendiendo como una mancha negra; y eso que su talante, aplaudido incluso por alguno de sus enemigos, le ha obligado a sonreír a pesar de su profunda soledad. Dicen que para ahuyentar el efecto calamar se debe tomar conciencia de lo que ocurre y, sobre todo, no caer en el derrotismo ni mucho menos en la farragosa autocompasión. Pero la negrura sigue ahí —escribo el viernes, con la incógnita de si los socialistas habrán conseguido por fin una hoja de ruta—.

Es fácil visualizar la imagen de un partido convertido en barco a la deriva. Lejos de un juicio sosegado, en el que deberían incluirse las conquistas sociales o la silla en el G20, tan sólo se avistan los restos del naufragio. Hoy, tanto los de la Spanish revolution como los ejecutivos de LinkedIn quieren trascender al binomio izquierda-derecha. La economía ha difuminado las diferencias ideológicas y ha recortado las políticas sociales, que siempre habían sido feudo à la gauche. Dicen que lo que importa es reflotar un cambio de era donde el sistema aplicado hasta ahora se muestra inservible. Pero la tecnocracia, esa milagrera que ahora se vuelve a demandar, nunca ha entendido de valores y de personas. Lo que está claro es que, para la salud democrática, España no debería pasar de un bipartidismo imperfecto a un monopartidismo arrollador. Por ello es urgente que se reparen los cristales rotos del PSOE y que la tinta de calamar sólo se utilice para un buen arroz.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. Hola Joana! Acabo de descubrir tu blog. A partir de ahora no me lo perderé, me gusta tu punto de vista y me ha entusiasmado tu Autoretrato.

    Te dejo el link del mío por si quieres visitar este pequeño rincón que huele a mar de Formentera:

    http://www.formenteraaguamarina.com/

    Ya te he puesto en mi top ten del blogroll!

    Salu2,

    Just me

  2. Anita Noire Anita Noire

    Pues no tengo yo muy claro que el PSOE consiga controlar la tinta que todo les emborrona. La cosa les pinta muy fea…

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