Saltar al contenido →

Diario de una madre

Casi cinco millones de parados, tantas empresas tiritando, y estas niñas creciendo. Es medianoche, un territorio cuyo abono vital me ocupo de pagar a diario para poder transitar despreocupadamente a través de su calma. No sé cómo he podido escribir despreocupadamente. Pura expresión de deseo, la formulación de un estado añorado con su mochila de horas en blanco, porque si algún adverbio deja de existir con la llegada de los hijos es precisamente este. Las pequeñeces preocupan a las madres, ávidas por dominar el lenguaje de los mocos y los celos. Si apenas escucho un gemido en la habitación de al lado, salto de la cama y en un sprint acudo hasta su llanto. Busco el chupete a tientas, palpando por encima de la cuna. Imaginar, por ejemplo, que pueda sentirse abandonada, lanzada a la vida y a la noche oscura cuando aún ignora qué son la vida y la noche oscura.

Tener un hijo es un milagro asido a una ristra de terrores. Sobreviene un compromiso profundo que alarga la vida y la sella con satisfacción pero con inseguridad, la misma que se muestra como un traje incómodo que aprieta bajo el pecho cuando intuyes que te vas convirtiendo en otra. La que deja tantos libros por leer. La que abandona proyectos a medias por un puré de verduras. La que aún no se resigna a que las rutinas nunca se escriban igual. Cada mujer reordena hábitos y modera ambiciones cuando es madre. Modificar, decimos. Adaptarnos. Y de nuevo, renunciar.

Los asuntos relacionados con la conciliación siempre acaban endosados al futuro. La diputada por CiU Mercè Pigem se pasó nueve años insistiendo en que el Estado debía conceder un permiso de paternidad de al menos cuatro semanas; tras casi una década lo logró, pero su aplicación se ha aplazado indefinidamente. Y el pasado marzo fue rechazada una proposición de ley para potenciar el teletrabajo —tan necesario y cada vez más extendido en Europa— que presentó Soraya Sáenz de Santamaría en el Congreso. Últimamente, muchas campañas han querido civilizarnos, de la velocidad al tabaco. Pero las que promueven tener hijos son escasas y retroactivas, como el cheque bebé. No se me ocurre otra responsabilidad social que deba ser más promocionada, cuando en España el índice de natalidad se derrumba de nuevo. De 1,7 hijos retrocedemos a 1,4, mientras que en los países nórdicos crece de modo considerable. Hoy, ninguna mujer aspira a aquel título de los ochenta que la etiquetaba como superwoman. No podía existir halago más envenenado que el de revestir lo cotidiano con tintes heroicos. Mujeres quejumbrosas e insomnes, cuya silla se movió justo cuando empezó a crecer su tripa. La reacción no se ha hecho esperar: la mitad de las mujeres que trabajan no tienen hijos. Y entre las que sí los tienen, la mitad terminarán abandonando su trabajo ante la dificultad de conciliar. También algunas profesionales hiperpreparadas renuncian a la independencia económica, con el beneplácito del prestigio social, acuciadas por la presión de una maternidad cada vez más mitificada.

Lo analiza el último libro de Elisabeth Badinter, La mujer y la madre (La Esfera), donde la ensayista denuncia una involución ideológica que pretende devolver a las mujeres a la cocina, y alimentar la idea de que hay que ser madre en exclusiva, mater amantísima. El mercado, con sus limitaciones y su depauperado bienestar, coincide con la nueva liga de la madre perfecta del siglo XXI. Se trata de la ley del péndulo. En las alturas, se intenta acariciar los consejos de administración mientras a ras de suelo se impulsa que las mujeres den un paso hacia atrás, regresen al dulce hogar, se olviden de sí mismas, y cuando los hijos vuelen del nido se recompongan como un puzle.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

5 comentarios

  1. NGS NGS

    No tengo palabras para expresar lo que siento tras leer tu artículo de hoy en La Vanguardia. Veo tanta incomprensión. Y tanto olvido y mucho desprecio hacia muchas madres y hacia lo que esta actividad comporta. Desde distintas partes, me llueven juicios de valor, tesis y antítesis acerca de las madres – las mujeres -: su trabajo, sus nervios, su estrés, su condición laboral, su vida de pareja, su modo de vivir.
    Mi hija tiene solo tres años y medio. Con ella soy la madre y la mujer más feliz del mundo. Hoy tengo claro que no voy a esperar a que vuele del nido para “recomponerme”, “reconstruirme”. Motivos de salud me han empujado a una cruzada por salvarme a mí misma. La incomprensión y pasividad que he recibido de mi entorno más inmediato, acerca de mis circunstancias como familia monoparental, también me han llevado a esta decisión. No mi hija. Acumulo recetas de diazepan, y de otros medicamentos acabados en pan, cada vez que visito al médico de cabecera, para curar el agotamiento, los dolores de espalda, de cabeza, las contracturas, infecciones, herpes labiales recurrentes, taquicardias, ansiedad…
    Hasta ahora, he renunciado a todo lo que ha hecho falta y me he esforzado a trabajar tanto como he podido asumir. Mi hija y tirar hacia delante con ella ha sido la única prioridad: con una jornada laboral de diez horas diarias desde hace casi cuatro años, a base de un trabajo fijo – con un sueldo risible y una responsabilidad directiva – y varios trabajos más como freelance, todos los que he podido abarcar. Y aún hay quién en mi entorno, se niega a ayudarme con la niña para cualquier asunto que no sea trabajo o formación: “Si es para hacer yoga/deporte, no cuentes conmigo”, “si es para ocio, no cuentes conmigo”.
    Aún no ha llegado a los 40 y casi cuatro años después de renuncias, mi cuerpo empieza resentirse de tanto trajín. Contracturas en la espalda, nervios incontrolados en los ojos, ansiedad y taquicardia aleatorias, hacen mella en mí, física y emocionalmente. “Yo me lo he buscado”, piensan muchos/as, sin decirlo. El entorno más íntimo, de familia y amigos, como pilar se diluye, cada uno va a lo suyo. El dinero para la canguro sustituye el apoyo de la abuela o el abuelo. Pero he conseguido darle la vuelta a la situación y la escasa empatía que siento a mi alrededor me ha empujado a algo positivo: volver a ser yo, a cuidarme, hacer deporte, dedicarme al menos una hora al día, cueste lo que cueste. Ya basta. Ahora me toca a mí. Gracias por tu artículo. Necesitamos más.

  2. Darle importancia a la maternidad no quiere decir que la mujer se encierre en la cocina. Quiere decir poner las cosas en el lugar que se merecen. Quiere decir retomar nuestro poder de mujeres. Quiere decir que NADA es más importante que YO y mis hijos. Ninguna empresa es más importante que YO.
    No entiendo porqué te realizas si cocinas en un restaurante pero eres lo peor si cocinas para las personas que quieres.
    Las mujeres estamos volviendo a nuestro centro, y con nosotras el resto del mundo. Pongamos las cosas en el lugar que se merecen.

  3. Emoción y razón, en tu artículo, Joana.
    Ser madre es pecado mortal. Incluso tuve una jefa que decía que debíamos elegir entre ser madres y profesionales. Cuando en tu currículum ven que tienes un hijo pequeño, ya no hay más que hablar. Da igual que una sea elástica, que hasta el padre y la familia se vuelvan elásticos para salvaguardar lo más precioso. La vida. Mi niño es lo mejor que me ha pasado. Sufres cuando caen y cuando enferman pero te regalan mil sonrisas. Te ganan a la Wii o se inventan personajes que como Rodictus.
    Pero el precio que se ha de pagar es ese…que ya no eres tan suculenta para el mercado laboral como antes. Mi consejero dejó de llevarme a las sectoriales después de tener a mi hijo…y podía ir igualmente pero en su mente eres madre y ya no puedes ser nada más. Es cultural en su caso, claro..
    Es verdad. A veces retraso un trabajo por preparar una comida. Pero el trabajo se hace.Y se hace igual de bien. Respeto a las mujeres que deciden NO ser madres pero entiendo que ser madre te hace más tolerante y protectora. Se desarrolla un instinto nuevo. Mi egoísmo, o mi falta de fe en la vida que vivimos, en esta economía, en el miedo a no llegar a todo, me ha hecho negarme el placer, sí, el placer de ser madre de nuevo. No me parece responsable sin tener un empleo estable y con los tiempos que corren.
    El otro día, cuando llevé toda la ropa que ya no le vale a mi niño al contenedor rompí a llorar y así estuve mucho tiempo. Ya no voy a ser madre otra vez. Y decidir esto ha sido muy duro para mi. Siento nostalgia de esa infancia temprana. No puedo ver las fotos en las que estoy con mi niño de pocos meses. No lo puedo soportar. Y estoy feliz porque tengo un hijo hermoso y sano, pero siento el vacío de esos niños que ya no vendrán….de esos hijos a los que yo impido el paso a este mundo. Y es atroz.

  4. MARTIN GUEVARA MARTIN GUEVARA

    Lola, creo con lo poco que nos vamos conociendo en este espacio, que debes ser una madre encantadora. Pero todos los casos no son el mismo caso. Mi madre por ejemplo no debió haber sido jamás madre. Eso le habría dado toda la felicidad, que los tres críos a los que ni supo ni quiso criar, le robaron cuando planeaba volar alto, por encima de ese nubarrón oscuro que se había dibujado en su clase como el estado natural de las cosas. Mi abuela hizo todo en casa. Lola, cuando digo todo, es literal.
    ” A veces me retraso pero el trabajo se hace igual de bien”; la imposibilidad de contrastar dos vertientes de una historia, excepto mediante el la literatura o el cine, comparar que hubiese pasado con ese trabajo terminado a tiempo si no tuvieras al nene, con lo que te pasa cada día, no debería disuadirnos de poder ver que claramente, no ” se hace igual de bien”, sino ” mucho mejor”, precisamente porque estaba ese nene antes, ¿ qué hubieran hecho esas mismas manos antes de cumplir con el deber del trabajo de no existir tu nene?, hay pocas probabilidades de que fuese algo más loable que atender a una criatura.
    Otra cosa es esta sociedad brutal en que vivimos, que va mudando caras y caretas, presentandose como más light, pero a la cual hay que echarle de comer aparte. Y que todo el espacio ganado a lo largo de no pocas penurias en cualquier terreno de derechos, que estemos dispuestos a descuidar por un rato, con mucho gusto lo fagocitará y no dejará ni las cáscaras.
    Un saludo, todo en este blog es un honor.

  5. Hace tiempo que te quería escribir porque tu artículo me inspiró a crear mi propio blog – diariodeunasupermama – y la primera entrada te la dedicó especialmente a tí. Sentí tal indignación mientras leí tu artículo de La vanguardia en un avión de vuelta a casa, que me propuse explicar cómo me organizo como madre, esposa, hija y trabajadora en comunicación, cuyo horario no existe. Desde entonceslo he ido actualizando casi a diario como terapia para mí y para compartir con otras madres que se sienten como yo.
    Gracias

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *