Ahí está su leyenda, reseñada en el New Yorker, de cómo una mujer fea se supo rodear de Renoirs, alfombras de Miró, amatistas y amantes jóvenes, dejando muy atrás el gueto polaco y su historia de inmigrante en Melbourne, donde empezó a crear cremas de hierbas de los Cárpatos. El mundo se rindió a sus pies, y en 1928 Leman Brothers compraba Helena Rubinstein. Nueve años más tarde que ella nació Eugène Schueller. Dice Ruth Brandon que se levantaba a las 4 de la mañana, para asistir a las reuniones durante dos horas, y luego ser conducido, en un Rolls-Royce, a cada una de sus fábricas de productos químicos diversos hasta la medianoche. Llamó a su compañía L’Oréal. Una mitificó la juventud en la era contemporánea, el otro vendía irrealidad: tintes para el pelo. Y ambos intervinieron en la construcción social de lo que hoy entendemos por belleza. Un mundo que no cabe en ninguna palma de la mano.
¿Quién dice que la belleza es superficial?
Publicado en Mi Smythson
Es superficial si solo sabes apreciar la belleza que mandan los cánones, las revistas o las pelis, pero hay otra belleza la REAL, que es profunda y te transforma, a veces te hace llorar
Bueno, está claro, aunque no a la vista, que no era nada fea.