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Amor sin comisión

En Arco se han expuesto las fotografías de Grete Stern, enterradas durante tres décadas entre un montón de polvo. Publicadas en el Buenos Aires de finales de los años cuarenta por Idilio, una revista femenina que desmerecía la atención de la crítica cultural, no fueron descubiertas y admiradas hasta 1982. Una de las secciones de la revista se titulaba «El psicoanálisis le ayudará», y en ella las lectoras contaban sus sueños que Stern ilustraba. Una mujer perpleja sentada dentro de una jaula de pájaros. Otra que arrastra, cual Sísifo, una roca gigante montaña arriba. Y una tercera convertida en el pie que sostiene una lámpara… Además de tratarse de pura vanguardia artística, las imágenes poseen un gran valor histórico: revelan la intromisión del inconsciente en lo cotidiano pero también ilustran el papel femenino en la época, el de esposas atrapadas por el guión de sus vidas.

Desde hace un tiempo, lo retro nos persigue. En la moda, la publicidad, la ficción; desde Mad men hasta los trajes inspirados en René Gruau que acaba de presentar Galliano, o hallazgos editoriales como el Diario de un ama de casa desquiciada. Sus paisajes, con un poso de perfección y tristeza, resultan casi exóticos. La placidez del olor a ropa almidonada y el transistor de color pastel. Las largas tardes esperando a que se abriera la puerta. Entonces, tanto desde la mirada femenina como desde la masculina, el matrimonio era concebido como una institución incuestionable. Pero su solidez resultaba tan apabullante como sus grietas. Hoy, las bodas no difieren tanto de las costumbres de hace medio siglo pero la idea de matrimonio se ha desprestigiado, tras siglos de dominación e hipocresía. Pocos inventos han sido a la vez tan erráticos y tan irreemplazables. Porque ¿qué puede sustituir a la pareja? Al proyecto de dos individuos que deciden acompañarse y quererse. A la construcción de un amor real, paciente y cómplice, en lugar de una estación de paso. Pero, sobre todo, a la que hasta ahora ha sido una forma de enriquecerse o empobrecerse.

Cada vez son más quienes, antes de emparejarse, quieren expurgar las dependencias, sobre todo económicas. Para ello deben escriturar el futuro escenario del divorcio —en el horizonte, 22.000 rupturas anuales en Catalunya y 128.000 en España—. Dinero y amor siempre han rimado mal, y mucho más cuando el plato se enfría cada noche y la convivencia se embrutece. A tenor de la noticia sobre el aumento de contratos privados, previendo una posible ruptura, la vinculación del matrimonio con el patrimonio se difumina. «Lo tuyo es mío» va perdiendo adeptos mientras la idea de gratitud, sin obligaciones legales, se extiende. Matrimonios meritorios destinados a merecerse cada día, sin comisiones, y que en su sueño del largo amor sustituirán las jaulas por el vuelo libre.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

2 comentarios

  1. Santi Santi

    M’ha agradat molt aquest article i el teu punt de vista. Per cert, el bloc, cada dia millor!

  2. La vida se ha puesto tan complicada que eso del vuelo libre es casi una utopía. La idea es hermosa…ojalá esta sociedad lo permitiera.

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