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Pequeños grandes libros

La importancia de no hacer nada, Oscar Wilde (Rey Lear, Madrid, 2010)

—ERNEST: (…) el público inglés suele sentirse a gusto cuando le habla un mediocre.
—GILBERT: Sí, es un público increíblemente tolerante. Lo perdona todo , menos el talento. Pero debo confesar que a mí me gustan todos los libros de memorias, tanto en su forma como en su contenido. El engreimiento siempre es delicioso en la literatura. Es lo que nos fascina de las cartas de personalidades tan diferentes como Cicerón o Balzac, Flaubert o berlioz, Byron o madame de Sevigné. No podemos dejar de darle la bienvenida, y cuesta olvidarlo, cada vez que nos lo encontramos, lo cual, curiosamente, es poco frecuente. La humanidad siempre querrá a Rousseau por haber confesado sus pecados al mundo, en vez de a un sacerdote.

No era lluny ni difícil, Joan Margarit, (Edicions Proa, Barcelona, 2010)

Conte matafísic

Hi havia una vegada un home sol
que estimava una dona que no és.
Era de nit en la ciutat tranquil.la:
caminant pels carrers mentre mirava
les finestres enceses, el cel negre,
preguntava a la dona que no és:
de què et nodreixes?
I ella li deia: del dolor perdut.
Ara ell és un home que no és.
Abrigat amb el fred del seu amor,
mira la soledat, que ha esdevingut
l’únic real, i d’una gran tendresa.

¿Fue él?, Stefan Zweig, (Acantilado, Barcelona, 2010)

En lo que a mí respecta, puedo decir que estoy segura de que él fue el asesino, aunque me falta la última prueba, la irrefutable.
—Betsy —me dice siempre mi marido—, eres una mujer inteligente, eres aguda y rápida observando, pero te dejas llevar por tu temperamento y a menudo juzgas con demasiada precipitación.
Al fin y al cabo, mi marido me conoce desde hace treinta y dos años y tal vez, sí, es más que probable que tenga razón con su advertencia. De modo que debo hacer un esfuerzo y dominarme, para ocultar mi sospecha ante todos los demás pues me falta esa última prueba. Pero cada vez que me cruzo con él y viene a mi encuentro, leal y complaciente, el corazón se me para. Y una voz interior me dice: él y sólo él fue el asesino.

Publicado en Mi Smythson

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