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La mala educación

Los niños no necesitan pronunciar la palabra esperanza. La llevan inscrita en la suela de los zapatos y en el brillo de su mirada cuando ven por primera vez la luna. Gracias al país de las maravillas, donde los gatos hablan y las paredes son de caramelo, no hay otra posibilidad que la de amasar la alegría. Ante la gozosa omnipotencia infantil, el fracaso resulta un asunto inexistente: tantos años por delante parecen suficientes para encontrar un lugar en el mundo. Pocas veces nos sentimos tan en paz, casi acariciando el orden del mundo, como contemplando a un niño feliz. Mi hija pequeña llama «estrellitas» al tendido de luces que se extiende sobre la ciudad cuando oscurece. De una cuchara y un tenedor es capaz de hacer un rey y una reina. Y su frase más repetida consiste en tres palabras y un interrogante: «¿Esto qué es?». Para los niños cada nuevo nombre supone un vínculo más con la sociedad de la cual padres y educadores vamos seleccionando y transfiriendo sus contornos. Y a menudo nos preguntamos cómo hacerlo mejor. Amor y disciplina, comprensión y autoridad, imaginación y sentido común. Durante medio siglo hemos aprendido a criar niños felices; mejor dejarlos jugar que sobrecargar su agenda con nuestra ansiedad extraescolar. Además de los pianistas o matemáticos que no fuimos, soñamos con hijos nobles y generosos, firmes pero flexibles, que sorteen tanto la obsesión como la inseguridad y que en lugar de querer ser los mejores saquen lo mejor de sí mismos. Una carrera de fondo para la cual no sobra ningún esfuerzo, y más aún cuando día a día desayunamos con las abrumadoras cifras de fracaso escolar por un lado y de paro juvenil por otro.

«Occidente está criando a una generación de perdedores», ha sentenciado la economista Amy Chua durante la promoción de su polémico libro El himno de batalla de la madre tigre. En su manual, esta mujer que consiguió que su hija tocara el violín en el Carnegie Hall con sólo 16 años, explica cómo hay que insultar, humillar y torturar a un niño cuando no saca un sobresaliente. Mano dura. Ni pantallas, ni amigos, ni errores. Inculcar un afilado sentido de la competitividad y del éxito, y sobre todo contribuir a que maduren rápido. Muchos padres norteamericanos han confesado haberse sentido humillados por las lecciones de la señora Chua. Y si bien es cierto que los pedagogos enterraron hace años el mito del padre-amigo, hoy se sigue alentando una educación dialogante y participativa en la que los niños no actúen como soldados rasos. Pero tras las deshonrosas puntuaciones del informe Pisa, algunos gobiernos observan con asombro el milagro coreano, uno de los pocos lugares del mundo donde la relación entre PIB y los niveles de educación es inversamente proporcional. Sus estudiantes apenas conocen el recreo; eso sí, son virtuosos del piano además de excelentes matemáticos. Tal es el esfuerzo que más de la mitad declara sufrir estrés y depresión (Corea es el país con mayor índice de suicidios de todos los estados miembros de la OCDE).

Está comprobado que la extrema rigidez procura desaliento y vacío, de la misma forma que la excesiva permisividad deriva hacia a la inevitable frustración. Para no seguir alimentando una generación de perdedores hay que reforzar el currículo, sostiene la tendencia emergente que propone un regreso a la educación de los años cincuenta, aunque nunca como hoy había habido tantos jóvenes sobradamente preparados que en el mejor de los casos trabajan de becarios. Los melancólicos emos, los indolentes ni-nis, los combativos ciberactivistas y los airados jóvenes que un día fueron niños felices buscan su lugar en el mundo. Y una llave que les abra el futuro.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

5 comentarios

  1. FR FR

    “El himno de batalla de la madre tigre” o por el título la/lo conoceréis.

  2. Regina Regina

    Qué bonito primer párrafo.

    Yo soy de las afortunadas que tengo trabajo. Tengo 27, una carrera, un máster y dos años en Estados Unidos, pero parece que me he quedado corta, porque ahora me sugieren que empiece con el chino…

    Respecto a la dulce Sra. Chua, lo que más me preocupa y me alivia a la vez, es que ella verá su versión siempre tan clara, rotunda y evidente como nosotros vemos la opuesta.

    Besos.

  3. Martín Martín

    Mi hijo mayor fué un niño exquisito y hoy es un ser divino, que no terminó carrera alguna, que no encaja en casi ninguno de los estandares burgueses de joven de provecho, pero que tiene a flor de labio la sonrisa y la ocurrencia, baila como un demonio invertebrado, un Dios devorador, trabaja lo minimo y se está tomando la vida como lo que parece ser, un parentesis en medio de una eternidad de no existencia. Mi hijo menor, es un pequeño gran soñador, disparatado, que me hace compañía en mis bufonadas matutinas y nocturnas. Ahora está abducido por la música y toda la mística que rodea a los Beatles, hasta me ha hecho dudar mirando las fotos de Billy Shears y Paul, si en realidad este murió en 1966 en coche, antes de que estos tuvieran super 30 airbags por asiento. Trata de tocar piano y yo la viola, de vez en cuando sacamos un buen riff. Disfruta de la vida de modo diferente que su hermano mayor, pero con idéntica intensidad. Mientras uno crecía yo bebía demasiadas bebidas espirituosas y me tomaba todas las licencias que encontraba a mi paso; cuando nació el otro yo era el director de zona más abocado al trabajo, y cada día me cambiaba los calcetines. Pero siempre compartí mi risa con ellos, la vida es hermosa, por más dolor que haya tocado vivir, hay algo en la fotosintesis que me entusiasma, y en el cariño que me subyuga, esto, al menos creo haberselos podido transmitir.
    Lo demás, son recursos del método.

  4. Martín Martín

    Joana, envíale a Chua “la Fada Paca”.

  5. Buena iniciativa Martín. Los niños con su imaginación desbordante. Con su abrazo incondicional, esa sonrisa de algodón de azúcar, esas nucas de papel de arroz, los niños que nos recuerdan lo que es importante o no en la vida. Y la vida es sobre todo hermosa y generosa aunque el mundo nos parezca en ocasiones un lugar sombrío. Un beso enorme, Joana. Qué maravillosa inspiración para tus hijas y para otras personas que no son tus hijas. ¡¡Y VIVA LA FADA PACA!!

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