En Occidente, nunca se había ahondado tanto como ahora en el estudio de la maternidad, justo cuando los niños se han convertido en un bien escaso. Las bajas tasas de natalidad, en especial en Europa, y la complejidad que para muchas mujeres supone compatibilizar su éxito profesional con una vida familiar, han impactado negativamente sobre esa decisión que antaño era un mandato. La decisión de ser o no sermadre goza de mayor comprensión en nuestro fuero social, tanto para aquellas que deciden afrontar la maternidad en solitario como para quienes son madres a partir de los cuarenta. Pero al mismo tiempo una nueva onda expansiva que roza el integrismo maternal aboga por un regreso a la tradición, una especie de subcultura amish que anima a que las madres abandonen sus puestos de trabajo, se dediquen a lavar pañales ecológicos y den el pecho a sus hijos hasta los dos años.
Si internet ha modificado nuestra forma de pensar, imaginemos el impacto que supone la maternidad en la estructura mental. No sólo interviene en lo que se ve, se aprecia y se siente, sino en los pensamientos parásitos que se adhieren tozudamente en el renglón de las quimeras y en la proyección del tiempo. Si las hipótesis de Annie Murphy Paul son ciertas, la ciencia tiene una nueva base para analizar la naturaleza humana, y las madres una nueva perspectiva para esmerar sus cuidados a lo largo de nueve meses en los que hemos demostrado sobradamente que no estamos enfermas. Pero ojalá la necesidad del equilibro físico y mental de las futuras madres incidiera en quienes aún penalizan la maternidad. En la Universidad de Stanford se realizó el año pasado un experimento revelador: respondieron a más de 600 anuncios para seleccionar directivos con currículum falsos. Una candidata sin hijos recibió el doble de llamadas que las que sí los tenían, mientras que a los hombres no les afectaba tener o tener descendencia. Ante el desmembramiento de las conquistas sociales, deberemos comprobar hasta qué extremo los factores externos condicionan el vínculo madre-hijo y, sobre todo, amenazan el futuro del huevo.
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