Siempre ha sido mayúscula la intervención de la moda en el paisaje. Hubo unos años en los que una parte de la moda se convirtió en bufonada, años de narcisos y ninfas, un mundo disfrazado de drag queen. Todo era excesivo, todo era deseo, pero un deseo agonizante. Afortunadamente la moda hoy ha reclasificado su idea de lujo, consciente de que las crisis representan riesgo pero también suerte: el riesgo de la regresión, la suerte de encontrar nuevas soluciones. El mundo necesita de recogimiento y musas. Un espacio interior donde podamos sentir el aguijón de lo hermoso. Por ello hay una voluntad de reconquistar la belleza auténtica, no la ortodoxa ni la efímera, sino la que libera e inspira haciéndonos volar por ese espacio privilegiado que es nuestra imaginación. Porque son las pequeñas imperfecciones, como el objeto artesano hecho a mano, las que convierten a la persona en única.
Pero, ¿qué relación guardan el color, la textura, la forma de aquello que cubre nuestro cuerpo con la belleza y la atracción? Sin lugar a dudas la de un detonante, un destello que propicia la intención de la mirada, aunque lo que en verdad causa bombeo en las arterias pertenece a una índole muy distinta, que procede del complejo enjambre neuronal y hormonal que nos hace mirar a los ojos o desviar la mirada. Según un estudio reciente, sólo el 2% de las mujeres en todo el mundo se describe a sí misma como “guapa”. Alrededor de 3/4 de ellas definen su belleza como «de la media», y casi la mitad piensa que su peso es «excesivo». Recurren a otros términos como: mona, femenina, atractiva, para autorepresentarse. Puros eufemismos que demuestran el respeto con el que solemos acercarnos a la palabra «belleza». Ella fue la gran homenajeada en la noche de nuestros Prix de la Moda.
En primer lugar, gracias a Carolina Herrera, que ha conseguido transmitirnos que la elegancia reside en el corazón de quien la observa; Angela y Marguerita Missoni, que han convertido la tradición en tendencia rindiendo culto a la historia y al futuro; Camile Micelis, que reinventa el ornamento y el accesorio empapándose de arte; Patricia Velásquez, que con su valentía ha conseguido transitar de la moda al Amazonas, sustituyendo la caridad por el empoderamiento de los más vulnerables; Yasmin Lebon, que ha demostrado que la inteligencia, la belleza y el compromiso son compatibles; Paola Kudacki, que logra una desnudez casual en la que las epidermis parecen traspasadas por la luz; Roberto Torreta, incansable esteta, que busca la esencia en lugar del artificio; Castañer y si milagro internacional, convirtiendo en moda la humilde alpargata; Velencoso y su allure, que trasciende sus rasgos perfectos; María Escoté y su radical modernidad; Mango y su globalización ejemplar, rompiendo techos. Ellos también entienden la moda como parte de la nueva arquitectura de las democracias. Porque la moda no es un ventana a los sueños, es una experiencia. La moda somos todos.
La moda es esa magnífica foto en Blanco y Negro. Muy guapa-
Como diría el otro , ¡¡demasiado guapa para ser también inteligente!!