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Corto circuito

Los periódicos han publicado su foto. Podría ser otra mujer más, el el pelo rubio, despeinado, un jersey de cuello alto, las gafas metálicas. En su rostro nadie leyó la monstruosidad de sus actos. Según su propia confesión, mató a su hijo hace 28 meses. Durante este tiempo consiguió cerrar la cuadratura del círculo. Cobró mensualmente su paga como madre soltera. Tejió un muro impenetrable de silencio y simulación a su alrededor para perpetuar su engaño. Y construyó una nueva identidad aparentemente sin fisuras —una mujer normal, que dirían los vecinos—, hasta que apareció la maleta con el cadáver del niño y sus pocas pertenencias, entre ellas un humilde plumier con las iniciales del pequeño. El policía que la ha interrogado, ha descrito a Mónica Juanatey como «fría, mentirosa y calculadora». Ha sido muy cauto en la elección de los adjetivos. Tanto, que me ha recordado los argumentos de Emmanuel Carrère en su libro El adversario al describir a Jean-Claude Romand, el falso médico que fabuló una vida que no tenía hasta que, a punto de verse descubierto por las numerosas deudas acumuladas, mató a sus suegros, a su mujer y a sus dos hijos con un rifle del calibre 22. A los psiquiatras que lo examinaron, escribió Carrère, «les sorprendió la precisión de sus palabras y su afán constante de ofrecer de sí mismo una imagen favorable».

Desde la tragedia de Medea, las mujeres infanticidas encarnan la máxima expresión del mal. Durante estos días he leído cartas de lectores que expresaban su horror ante la desnaturalización de la maternidad a partir de este nuevo suceso. Y no porque no haya abundado el mito de la mala madre, siempre formulado desde el modelo dual que, durante casi dos siglos, ha sido representado bien por la madre malísima o por la amantísima pero débil (como si no existieran las madres reales, sin ángel y sin morbo), sino porque este siempre parece un asunto reservado para la ficción o la locura. No es casual que la tradición popular creara la figura de la madrastra en los cuentos infantiles a fin de depositar en ella, una madre postiza, los sentimientos de autodestrucción y la ausencia de amor materno. Es curioso cómo se puede adormecer a un niño contándole las crueldades de la madrastra de Blancanieves, Cenicienta o Hansel y Gretel, y lo inadmisible que resultaría la misma historia si se tratara de una madre biológica. Pero no siempre la biología es el destino. En el caso del hijo de Juanatey, por ejemplo, la abuela ejerció las funciones maternas de las que la hija había dimitido.

La sociedad somete a las mujeres a un juicio sumarísimo dictando los fundamentos de la buena madre. Cambian los métodos, las recomendaciones pediátricas, pero existe algo poderoso e intransferible que ha permitido la supervivencia de la especie: el instinto maternal. Tan mitificado desde la ciencia como desde la cultura, este ha sido provisto de unos atributos excelsos: la generosidad, la paciencia, el amor incondicional, que les otorgan a las mujeres una capacidad especial para gestionar los afectos. No siempre este relato corresponde a la realidad: muchas mujeres han decidido libremente no tener hijos, pero ello no pone en duda su capacidad de amar. Y por el contrario, nuestra sociedad enferma engendra criaturas que erizan piel y razón, madres en las antípodas del instinto maternal, como esa muchacha de Jacksonville, de 22 años, que hace un mes mató a su bebé de tres meses porque no le dejaba jugar a Farmville —un juego virtual consistente en cuidar animalitos—. No hay imagen más determinante para ponerle rostro y nombre a la monstruosidad que la de una madre asesina, la mayor desacralización del origen de la vida. Pero, cada vez que la actualidad nos golpea con un nuevo caso, además de consternación y rabia, siempre habita en mí otro sentimiento, otro interrogante: ¿dónde estaba el padre?

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

6 comentarios

  1. Ramon Caro Ramon Caro

    Joana, he leído tu artículo en La Vanguardia.
    Igual leyendo esto queda claro lo del padre biológico…

    Saludos

    http://www.elcorreogallego.es/galicia/ecg/monica-juanatey-planto-su-ex-novio-dias-antes-boda/idEdicion-2010-12-02/idNoticia-616774/

    El niño era fruto de una relación anterior que tuvo Mónica con Iván Túñez, un joven noiés. Sin embargo, éste nunca lo quiso reconocer, según su versión, al no permitirle ella hacer las pruebas de ADN para poder corroborarlo. A este respecto, Iván Túñez explicó que él quería estar seguro de que el pequeño era suyo, ya que, según indicó, su relación con Mónica Juanatey se rompió meses antes de que éste naciese.

  2. MARTIN GUEVARA MARTIN GUEVARA

    Los mismos viejos Blues.
    Aún en las clases sociales más comprometidas con la miseria, más privadas de todo break a la pena y el dolor, donde no se puede acusar a ningún hombre de llevar una vida licenciosa, comparados a los cuales tú serías una Diva y yo un archiduque, aún en esas tinieblas los hombres gozan aún de una casta inferior sobre la cual recostar sus perversiones en los casos que las hubiere, sus frustraciones en modo de gritos, humillaciones, simultáneas descargas de semen, babas y efluvios “alcohorosos”, aún en esas circunstancias, lamentablemente se cuenta con la siempre apropiada presencia de la esposa, de la amante, de la hija o la hermana, para sentirse sobre un colchón que previene del duro suelo, auqnue sólo sea a un palmo.
    A las criaturas las mata el padre, cuando las ahoga la madre, y cuando las adora cubriendolas de besos, elogios y pechos, las mata el hambre de carne prohibida.

  3. No sé por qué esta sociedad hace impunes a las “personas” al colocarles ciertas etiquetas. Dicen:”papá o mamá” pero eso no les hace impunes de ser unas malas personas. Hay que llamar a las personas por su verdadero nombre aunque sea tu padre o madre.

  4. Buena pregunta. Hay una escritora francesa que está causando sensación con un libro que desmitifica el papel de la mujer como “madre”. Una madre asesina es “antinatural” pero depende de qué naturaleza estemos hablando. En Murcia, tenemos el caso de la parricida de Santomera que estranguló a sus hijos con el cargador de un móvil…parece que movida por los celos. De todos modos, un buen amigo, experto en la Grecia clásica dice que entendemos mal el mito de Medea. Que Medea amaba a sus hijos y que era el miedo al futuro, a su propia obsesión enfermiza lo que la llevó a matarlos, para que no tuviesen una mala vida.
    En fin, la vida es un derecho tan sagrado, tan indiscutible, que cualquier juicio sobre quien se aventura a robársela a otra persona es inútil. Joana…matar a un niño, al propio hijo. No lo entiendo.

  5. valme valme

    Buena reflexión, supongo que lo que ha mantenido la supervivencia de la especie es la empatía, sufrir con el otro, de la que carecen patológicamente muchos asesinos. Sigo con la duda sobre el instinto maternal del que hablas. No sé si existe, si lo hemos inventado, si es equivalente a un instinto paternal o si es simplemente ser capaz de amar.

  6. MARTIN GUEVARA MARTIN GUEVARA

    Naturalmente puede obesrvarse un comportamiento uterino y uno fálico, que en la mayoría de los casos es proporcional con el desarrollo de la feminidad masculinidad del objeto en cuestión, o con el carácter de la tarea que se esté analizando. No hay mucho más que esto. todo Lo otro son reflejos natos. Idiosincrasia. Cultura.
    Aún así, en la naturaleza animal está el hecho de cuidar los cachorros hasta que estos presentan cierto grado de desarrollo. Saber que el león, apenas se hace cargo de una nueva manada, mata a todos los cahcorros que no son de él para que no le hagan frente en el futuro, es impresionante y causa sensación; cuando lo hace la madre, pasa a ser atormentador, la naturaleza de la aberración nos perturba, nos estremece la subversión de roles.

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