El fenómeno experimenta una progresiva agudización en España, donde no deja de ocupar la atención de los medios y de los propios partidos, dispuestos a encontrar nuevas fórmulas de acercamiento y credibilidad. De ahí que la llamada política 2.0 pretenda favorecer el activismo gradual y marcar la necesidad de cambio –aunque difícilmente compita con los culos de hierro que alargan las asambleas o con la verticalidad de los aparatos–. Los casi cinco mil «amigos» que ya coleccionan en Facebook los candidatos a la Generalitat implican un gesto de cercanía así como la necesidad de favorecer otro tipo de militancia, al igual que los carteles de los jóvenes grafistas que colaboran con Montilla y han elegido como eslogan antidesafección un «segueixo creient» que algunos han acusado, además de lacónico, de puro castellanismo. El caso es que hoy, más que nunca, los partidos se aferran a las campañas ad hóminem, esto es, aquellas que construyen los compromisos electorales vendiéndoles a los electores sus propios principios en los formatos más accesibles.
Los políticos toman nota de los clásicos y su argumentum ex concessis, hábiles conseguidores que se apoyaban en las convicciones de su interlocutor. Para esta precampaña, Mas ha sustituido la visita al notario por los platós, los cuchés y las comparecencias con las nueve banderas, cuyo enigma analizaba ayer Màrius Serra en este diario. En Madrid, Aguirre ha anunciado que la prioridad de su programa de cara a las próximas elecciones será la educación de calidad –bilingüe y pública–, cuando ella es una privatizadora nata. Y Barreda o Griñán han empatizado con el alicaído electorado exigiendo un cambio de rumbo, a riesgo de matar al padre.
La política 2.0 no tiene reparos en sacrificar la ideología en pos de los votos bajo una máxima comercialmente infalible: el cliente siempre tiene la razón.
(La Vanguardia)
Si bien comparto esta observación, y reconozco que algunos resabios de animal sujeto a la carreta me quedan en algun rincón del recuerdo genético, también he de decir mi estimada Joana, que ciertamente vivo este fenomeno d emanera feliz, no solo ya por lo agradable del resultado, sino por lo esperadop que fue durante tantos años. A dodne nos remitían Fukuyama y Gilles Lipovetsky , con el fin de la Histoia y la era del vacío y toda la secuela delibros al respecto del postmodernismo, sino a la ausencia del brillo de la masa?. Al crecer en una familia estrictamente de izquierdas latinoamericanas, con los más antiguos y modernos usos, me ví siempre abocado a entender el mundo a partir de los movimientos sociales, y de la mancomunidad. Internamente siempre preferí la rebeldía de Paul Lafargue frente a su suegro Marx. la de Cocó frente Malraux o Breton, la de Sibila Leramo frente a la de Beauvoir, pero estaba oprimido en esos corsets prosovieticos, cuando en realidad al entierro de Marx solo asistieron tres personas, y al del Che ninguna. El siglo XX fue de los exégetas dejemos el XXI a los eiségetas. Para terminar, me parece muy saludable que no estemos yendo en masa a obtener nuestra ración de kriptonita demanso del caudillo, o llamese líder. Es ciertto que al fina, como decía Lipovetsky toda esta atomización de la sociedad, sirvió para qu ecuando les dan la opción de elegir a cien personas, eligan noventa y cinco, ir a mac donalds y vestir el mismo blue jean, pero fue elegido en el desamparo cultural tan vasto en que aún se ecuentran esas pobre cabezas, que sin duda con la practica de la libertad de elección progresarán, tomará tiempo, pero será. Dejemos de ser hijos de totalitarismos, paternalismos, autoritarismos, ellos son solo burocratas, pues no quiero saber más que desuis gestiones, de vez en vez, y que traje usan también.
Un saludo divina.
Martín